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Guillermo Balbona

Fuera de campo

El soniquete de la crisis

La gran apuesta

EE UU. 2015. 123 m. (12).

Drama.

Director: Adam McKay.

Intérpretes: Christian Bale, Steve Carell, Ryan Gosling, Brad Pitt, John Magaro, Marisa Tomei.

Salas: Cinesa y Peñacastillo. 


 

Cuidado con las carteras. Gana la banca. En realidad la banca siempre gana. ¿A qué suena la crisis? ‘La gran apuesta’ es en apariencia un bucle desaforado de ruido y furia sobre el estallido y colapso en 2007 del sistema financiero. Pero en este falso documental con mucha madera narrativa dentro, o bien ficción reventada y reinventada por un latido documental interior, subyace el sonido de una sinfonía desafinada de dinero y mentira, de estafa y falacia interpretada con mordaz claridad de ironía y estilo. Es un filme incómodo (ese abuso de los protagonistas mirando a cámara con frecuencia), hipnótico, envolvente, concienzudamente reiterativo y machacón, cansino e implacable, que agita el lenguaje económico como un metrónomo que nunca se va a detener. Tras la maquinaria engrasada y trucada de la banca, sus mecanismos endógenos y sus códigos cifrados, asoma una legión de cadáveres (todos nosotros) que asisten indefensos a la cabalgata despiadada de la crisis y sus ejecutores aparentemente invisibles. La cinta construye su propia burbuja, el código de barras de un lenguaje de difícil acceso tras el cual enseñan su patita la crueldad y la mentira del sistema financiero. Estamos ante una comedia dramática enérgica, irónica y atrevida. Bajo su lavativa de hipotecas subprime, emisiones de CDO, bonos basura, ráting…se revela un monopoly gigantesco de detritus y estafa donde surgen los agujeros negros, el vértigo y el abismo generado por un territorio sin escrúpulos. Adam McKay apenas se mueve fuera de un ecosistema acotado por despachos, mesas y edificios financieros, roto por mosaicos pop de música e imágenes (como una crónica fugaz, ajena a la cocina del desastre) y en lo verbal por un incesante aparato de terminología y jerga insistente, a modo de ruido letal. El vocabulario de la catástrofe es la mecha de una mentira global que el cineasta de ‘El reportero’ describe a través de un montaje espectacular y un ejercicio visual con ingredientes precisos donde grandes intérpretes se mueven por un espacio que mezcla el Scorsese de ‘Casino’ y deja aullar a los lobos de Wall Street cuando sus mandíbulas sangran las vísceras ajenas. Pese a la ficción, más cerca de ‘Inside job’ que de ‘Margin call’, el filme a veces desde el absurdo, otras desde la risa congelada, desenreda la trama con feroz mirada para señalar a quienes fueron los protagonistas y cómplices de una pirámide hipócrita monumental destinada a invertir en el caos. Tomando como referente un best seller de Michael Lewis, el filme muestra un paisaje de trajes y hienas encorbatadas que arrasan en su salvaje territorio con un único propósito: mirar para otro lado mientras se avecina el desierto. Con precisión en su verborrea destructiva el filme revela los entresijos de su bomba de relojería monetaria y deja que escuchemos el soniquete de los decimales encriptados, las cifras como animales daniños y la sensación irremediable, con la sonrisa floja, de haber sido golpeados hasta quedar noqueados y ridículos. Es la economía, estúpido, la economía. Un filme árido que deja un vergel de lúcidas preguntas.

Guillermo Balbona comenta la actualidad cinematográfica y los estrenos de la semana

Sobre el autor

Bilbao (1962). Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense. Ser periodista no es una profesión, sino una condición. Y siempre un oficio sobre lo cotidiano. Cambia el formato pero la perspectiva es la misma: contar historias.


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