El coro
EE UU. 2014. 106 m. (7). Drama.
Director: François Girard.
Intérpretes: Garrett Wareing, Dustin Hoffman, Kathy Bates, Eddie Izzard, Kevin McHale, Josh Lucas, Debra Winger.
Salas: Cinesa y Peñacastillo
Convierte una historia manida de iniciación y educación del talento salvaje en un meloso melodrama que se disfruta al escuchar pero se diluye al verlo. ‘El coro’ es un trasunto de ‘Los chicos del coro’ pero también de los filmes que mezclan pugnas competitivos, administración del don y se dejan mojar por la lluvia fina de trasfondos de melodrama. Es un filme domesticado, domado en sus aspectos de conflicto y poco intenso. Su valor y disfrute está en el oído. Händel, Britten, Fauré recorren el pentagrama sonoro de un filme sin partitura visual. En busca del molde sentimental, y a veces la lágrima fácil, no cabe el riesgo ni el alumbramiento emocional. ‘El coro’, (Boychoir), responde a esa textura edulcorada de Girard donde lo predecible y previsible mandan en la puesta en escena y en el tratamiento de las situaciones. La querencia del cineasta de ‘Seda’ y ‘El violín rojo’ por los retratos exentos de hondo dramatismo, despojados de desgarradura, provocan que esta historia de niño con voz angelical se muestre tan agradable como empalagosa. Pese al excelente reparto, y a que no hay ni una nota de más en las interpretaciones, el filme se mueve en el terreno desafinado de lo trillado y ya visto. Dustin Hofman y el pequeño Garrett Wareing compiten en trabajos armónicos y modulan el drama: la competencia, la asunción del genio, las frustraciones y los fracasos, las biografías con tragedia y los miedos, la superación y los entornos hostiles. Todo suena y todo nos suena. Afortunadamente para salvar el ‘concierto’ de Girard, al que no le sobran instrumentos, uno solo puede recurrir a la voz y a las melodías que tocan en el interior de cada espectador. François Girard se muestra rutinario y nunca extrae el hechizo dramático que se escondía en el alma rebelde del niño cantor ni el alma herida de su maestro. No hay tampoco el ardor guerrero de ‘Whiplash’, la reciente película del joven batería. Además en cuanto el conflicto asoma por algún resquicio, el cineasta vuelve a lo recurrente, caso de la escena en la que el personaje de Kathy Bates se enfrenta a sus subordinados profesores. La buena música pone orden como sucedía en su retrato del pianista Glenn Gould. Uno escucha el universal planetario musical y se deja mecer por el genio intemporal. Por supuesto el niño, el maestro y sus problemas son ya entonces materia olvidadiza. Un filme que antepone la amabilidad racional al relámpago emocional que habita en la garganta y en las entrañas de sus voces.