Hay mucho zumbido y poca picadura en esta retorcida incursión de la Marvel y compañía, cada día más polinizada por la mirada infantil de Disney. La historieta tiene y debe sus mejores momentos  a la deuda de los artesanos, series B y genios de la ciencia ficción de los años cincuenta. Todo ello encabezado por la maravillosa ‘El increíble hombre menguante’. ‘En Ant-man y la avispa’ se utiliza el humor para zurear y envolver muchas idas y venidas y zarandajas insustanciales en una especie de colmena cómplice en la que caben homenajes, guiños y muy pocos aguijones. Si la cosa va de distracción entonces cumple. Pero que nadie pida más. Los efectos especiales cada vez son más perfectos, incluso en el tramo final, donde la ficción presenta varias situaciones fantásticas paralelas, la destreza es innegable. Sin embargo el guión que encauza las tribulaciones de Scott Lang a la hora de elegir sus prioridades incompatibles o no como superhéroe y padre, resulta reiterativo, machacón y plano en ocasiones. La utilización de un edificio-laboratorio que mengua y crece en una décima de segundo es el macguffin de una aventura cargante revestida de cierta simpatía. El mantra de lo cuántico es excesivo y cansino. Y hay un efecto trampa que a Ant man le acaba saliendo el tiro por la culata de la avispa: ese subrayado constante de levedad, banalidad y elogio de lo liviano que va convirtiéndose en pedantería. De tanto repetir eso de ‘pero si esto es un entretenimiento’, el filme se vuelve pura retórica y artificio. Tras el sello de  Stan Lee y la Marvel asoma el truco de la tecnología capaz de minimizar o agigantar toda clase de volúmenes, desde automóviles hasta edificios, junto con un personaje que parece representar la capa de invisibilidad que investiga la ciencia. Al final todo parece un curiosa, jocosa pero también cruel metáfora del cine mainstream actual, que se pasa el día intentando artefactos que se achican y engrandecen con tanta facilidad como se consumen. Otro defecto que resulta buscado y molesto es que el filme puede ser confuso para quienes no son adictos al género y se han perdido aventuras anteriores o son ajenos a los cómics.  Peyton Reed, responsable de la serie televisiva de ‘Regreso al futuro’ y de comedias con Jennifer Aniston o Jim Carrey,  incide en el humor, potencia la empatía que desprende Paul Rudd y concede protagonismo a las tramas familiares y los vínculos afectivos. El enredo busca el engaño y el filme se regodea en la fachada de producto menor que sus medios desmienten. También se apunta a la ñoña moda de incluir apéndices fugaces en finales interminables que al menos tienen una consecuencia positiva: por primera vez los espectadores más díscolos se queda