Es jugona y distribuye los gags entre pases, regates y retención de la comicidad hasta el estreñimiento. Funciona por chispazos y por la química de su pareja protagonista, aunque aspire al golpe coral, pero es desprecoupada con el conjunto e irregular en el ritmo. Las grandes comedias poseen latidos y relámpagos de ingenio pero sobre todo fundamentan su deslumbamiento en una receta secreta, esa confluencia de talento y azar entre la inspiración, el cuidado de todos los factores y el punto de locura tan indefinido como rotundo. Aquí el enredo, que tiene más de vodevil de Arniches que de comedia sofisticada, se atasca en ocasiones en su propio deseo de crecer en su jugada y le falta casi siempre rematar para haber convertido el juego de mesa en un verdadero ‘cluedo’ con sus asesinos y sospechosos intercambiando cuerpos y sospechas. John Francis Daley y Jonathan Goldstein emprendieron su vuelo con ‘Vacaciones’ que también buscaba ese fondo de locura coral y se quedaba en mera gracieta casera. En ‘Noche de juegos’ que enseguida muestra sus cartas marcadas a tumba abierta, la confusión es el eje de una intriga criminal con mucho idiota dentro. La resurrección en pantalla de Agatha Christie está aún caliente, especialmente con la lamentable ‘La casa torcida’, de modo que pueden establecerse alguna concomitancias con este historieta de Adams y Bateman sorteando malas decisiones y jugando a lo gamberro cuando el guión no da más de sí. Pero el filme está mas cerca de comedias como ‘La cena de los acusados’ aunque vaya de una especie de ‘The game’ disfrazado de personajes estúpidos que facilitan cierta parodia pedante. Esta ambigua posición que ni acaba de inclinarse por la demencia y el disparate feroz ni por la sátira hace que ‘Noche de juegos’ entre en un bucle un tanto ensimismado, sólo salvado por la soltura de los intérpretes. No obstante, el jugo/juego gástrico de la comedia reside en las relaciones entre hermanos y de pareja que se halla en los cimientos de la historia pero a los que nunca se les saca el suficiente partido. La bufonada, con vecino policía tontorrón incluido y animal de compañía, saca la cabeza a borbotones y abusa de los giros inesperados cuando la gracia ya se ha derramado antes sin querer o sin control. Una comedia que busca la complicidad del thriller para arropar sus gags y justificar sus situaciones, que exprime los saltos argumentales hasta prolongarlos en los títulos de crédito y que se desarrolla con ambigüedad entre el disparate, el gesto fugaz de hilaridad y el tiro de gracia de sus protagonistas.