Guión: Byron Willinger, Philip de Blasi. Música: Roque Baños.
Fotografía: Paul Cameron. Reparto: Liam Neeson, Patrick Wilson, Vera Farmiga, Sam Neill, Jonathan Banks, Clara Lago.
Género: Thriller Salas: Cinesa y Peñacastillo
No es sólo un AVE de vía estrecha y sin freno de mano, este tren cinematográfico tiene un jefe de estación con las ideas muy claras, gran parte del trayecto recorrido de antemano y varios supervisores de confianza. No importa si usted ya conoce el billete y el destino. Lo mejor que puede hacer es elegir asiento, esperar el zarandeo, la agitación o el golpe de efecto. Los tiquismiquis y quejicas mejor se abstengan. ‘El pasajero’ no busca la excelencia, sino la precisión. No se detiene en las ideas y los detalles, que los hay, sino en trazar un permanente juego donde el cambio de vía, la parada o el paisaje pueden provocar adicción o mareos. Jaume Collet Serra y Liam Neeson, ya pareja de hecho, regresan por cuarta vez con ese tándem, cineasta/actor, que ha encontrado un filón en un cine fórmula que no sólo no ha pinchado, sino que ha mantenido las espadas en alto. Desde su aparición emergente con ‘La casa de cera’, el español instalado en Hollywood ha alternado las series televisivas con reapariciones muy taquilleras, caso de la inteligente ‘Infierno azul’, un gore húmedo revestido de serie B. Desde ‘Sin identidad’, que abrió en 2011 su particular apuesta por Neeson como aparente ciudadano dispuesto a emprender una nueva vida y al que siempre se le tuercen los planes, el cineasta ha ido salpicando la década con estos thrillers personales, muy planificados, de acción contundente y sembrados por connotaciones sociales y políticas nada amables. En ‘El pasajero’ las alusiones, el legado y los rescoldos de la crisis vertebran la trama aparente: ese recorrido ferroviario, de rutina y pasaje anodino, convertido en un castillo de trampas, apariencias, vueltas de tuerca y solapadas decisiones en un viaje a ninguna parte. Quien busque las cartas marcadas, que las encontrará, debería quedarse en el andén. Este es un Hitchcock de suspense domesticado en un estudio, que alterna el ingenio con la velocidad, narrado siempre con solidez y apenas descuidos. La historieta de este representante de la clase media, que se mueve entre aseguradoras y cuenta con un pasado oscuro, no pide poso ni pose. Mezcla de complot, opresión, claustrofobia, policíaco con prisas, el filme y la propia trama ganan en las distancias cortas, en la celeridad controlada por una puesta en escena muy potente en un espacio cerrado, y pierden eficacia cuando la espectacularidad se convierte en una pequeña dictadora que obliga al déjà vu. Collet abraza su ya subgénero construido junto al actor con la tradición de los trenes, uno de los iconos de la historia del cine. Al montar en este Orient Exprés de cercanías, con guiños a lo ‘Diez negritos’ y un agitado y convulso intercambio de papeles entre el suspense, la sospecha constante y la acción, el entretenimiento está asegurado. A este ‘con el tren en los talones’ se le puede achacar algunas cosas, como reiteraciones y trucos, pero la solvencia, la sorpresa (esos planos en continuidad del arranque), su irónica manera de provocar lo inesperado en la rutina son suficientes razones para no mirar el reloj. Además está Vera Farmina. El destino puede esperar.
Guillermo Balbona comenta la actualidad cinematográfica y los estrenos de la semana
Sobre el autor
Bilbao (1962). Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense. Ser periodista no es una profesión, sino una condición. Y siempre un oficio sobre lo cotidiano. Cambia el formato pero la perspectiva es la misma: contar historias.