Barry Seal: el traficante
American Made 2017 114 min. EEUU
Director: Doug Liman. Guion: Gary Spinelli.
Música: Christophe Beck. Fotografía: César Charlone.
Reparto: Tom Cruise, Domhnall Gleeson, Jayma Mays, Sarah Wright.
Género: Thriller. Salas: Cinesa y Peñacastillo
En su intento de fuga del biopic, ‘Barry Seal’ queda atrapada a veces en el retrato esquemático, superficial y deja vu. Esta incursión en el perfil de Adler Berriman Seal, un piloto estadounidense, primer mercenario de la Agencia Central de Inteligencia, traficante de droga e informante de la Administración para el Control de Drogas, se traduce en una ligera y entretenida levitación sobre las diversas mutaciones del capitalismo. En realidad, desde un ego descomunal y la desideologización más aséptica, el piloto convierte sus pericias en el aire en una pista interminable para que la riqueza personal aterrice sobre países, intereses, grupúsculos de patriotas, oportunistas y todo tipo de mediocres dirigentes. A Doug Liman, cineasta de ‘The wall’, no le interesa tanto la figura de este mercenario de sí mismo, granuja, juguetón antihéroe, ingenuo en ocasiones –con muchos matices gracias a una interpretación arrolladora de Tom Cruise–, como dejar en evidencia ese cruce de caminos que conducen todos ellos a esa zona de confort hipócrita donde se acomoda el poder. Lo bueno de ‘Barry Seal’ es ese ritmo subyugante, entre cambios de texturas y visualizaciones contrastadas, como si viajáramos en el tiempo, gracias a una estructura vertebrada por los atrevidos encargos del protagonista y las geografías y sistemas políticos y paisajes del ecosistema que los acoge o fomenta. Lo malo es esa sensación de que la ilustración de este híbrido ya nos la han contado demasiadas veces. Liman estira y estrecha los márgenes entre el thriller, el filme de espionaje, muchas veces al borde de la caricatura y jugando peligrosamente con las hipérboles. Incluso el retrato, sobre todo cuando mezcla dinero, sexo y ambición, se asemeja, aunque a años luz de distancia, a ‘El lobo de Wall Street’ y a ‘Uno de los nuestros’, aunque casi siempre acaba por parecerse a una de esas cintas de los setenta donde la acción estaba perfumada con resabio político. Noriega, Escobar, los sandinistas, el congreso, la CIA, la Contra, la cocaína, el cartel de Medellín, el hombre hecho a sí mismo y destruido por sí mismo. Todo cabe en esta casa de muñecas con una sola figura y muchas habitaciones. Cruise, en las antípodas de su reciente y mediocre ‘Momia’, se convierte en un perfecto maestro de ceremonias, que conduce al espectador más como guía que como verdadero artífice de esta farsa muy verdadera. Un vuelo bajo, casi rasante, que acaba atrapado en su reiterativa insistencia. Sin hondura psicológica pero cargado al menos con la suficiente mala leche, ‘Barry Seal’ propone un cierto meneo al sueño americano y permite traficar con las falacias de un sistema que ha elevado a los altares a mercenarios de la mentira como su actual presidente. La América moral de las oportunidades.