Valerian y la ciudad de los mil planetas
2017 137 min. Francia.
Director: Luc Besson. Guión: Luc Besson.
Música: Alexandre Desplat. Fotografía: Thierry Arbogast
Reparto: Dane DeHaan, Cara Delevingne, Clive Owen, Ethan Hawke, Rihanna.
Género: Ciencia ficción. | Salas: Cinesa y Peñacastillo
T odo es desbordante, barroco, desmesurado y grandilocuente en esta opereta espacial, tan juguetona siempre como delirante y excesiva a menudo. A Luc Besson no se le puede negar que no sea fiel a sí mismo. Desde su excelente ‘El profesional’ hasta ‘Lucy’, desde la vacua ‘El gran azul’ hasta ‘Arthur y Los minimoys’, su trayectoria de autor se asemeja a uno de esos directores de escena que procuran siempre que su detallito, su incursión y su exploración sean más grandes que el propio Wagner. Es indudable la intensidad visual y el desfile de atractivo pastiche neodigital que desprenden las más de dos horas de ‘Valerian y la ciudad los mil planetas’. Tras solapar varios preludios, homenaje incluido a Bowie, el último filme del también prolífico productor es un insaciable y colorista álbum de cromos, teñido de delirio y recargado por imaginarios reconocibles y apropiaciones lúdicas. Al margen de su origen en el cómic de la serie de Jean Claude Mezieres, este Besson abre su particular caja de Pandora para liberar referentes e ilustraciones propias y ajenas. Es como si una mañana el cineasta francés hubiese agitado ‘El quinto elemento’ y tras apelar a un estado alucinógeno hubiese dejado que la cámara volase libre y sin control. El fruto es un desequilibro inevitable y el filme combina y discurre entre la decepción y el hallazgo, el asombro puntual y la monotonía. Hay soluciones imaginativas, muchas, pero también grafitis digitales que sólo sirven para acumular sin carácter ni coherencia. ‘Valerian’ superpone planos y mundos visuales en una especie de ficción de multipantallas que, en ocasiones, parece olvidar la esencia del cine, su lenguaje y su metabolismo emocional. Todo es ilustración, pasaje de videojuego simpático y febril, pero la superficialidad, la evanescencia y la ligereza atraviesan el corazón de este mecanismo virtuoso y excéntrico sin que el pálpito del entretenimiento y el latido de lo trascendente lleguen a tocar a sus criaturas y muchos menos al espectador. A conmover tampoco ayuda la elección del reparto desigual y epatante con una pareja protagonista, Dane DeHaan y Cara Delevingne, con muy pocas luces, donde la afinidad resulta una droga muy cara. El viaje en apariencia alucinante que propone el cineasta de ‘Subway’ (quizás su mejor película) se queda en mera visita astral por la superficie de las cosas. Un combate entre ‘Guardianes de la galaxia’ y las raíces de ‘Star wars’ pero después de haber tomado burundanga y anfetaminas con leche y galletas. El ingenio es obvio, los excesos son marca de la casa. Los subrayados de ópera galáctica en la banda sonora sólo ayudan a hinchar el globo. Falta pasión y esa es la diferencia entre una supercomputadora propicia para parir incesantes imágenes por segundo y un poema vibrante y sutil que se clava en la glándula emocional. Un paisaje cósmico e interestelar que modela con plastilina digital el universo Lucas, el trazo de ‘Avatar’ y la trepanación lisérgica de un bebedizo torrencial de devociones y referentes