El caso sloane
EE UU. 2016. 132 min (12). Drama.
Director: John Madden. Guion: Jonathan Perera.
Música: Max Richter.
Fotografía: Sebastian Blenkov. Intérpretes: Jessica Chas
Cuando la dirección se vuelve rutinaria ahí está ella para solventar el atasco. Si el guion no puede salir del nudo de género, su presencia revela matices y la ficción se adentra en otras sendas inexploradas. Jessica Chastain retrata con precisión, eficacia y contundencia a una loba de esos negocios, siempre turbios, donde lo que empieza en un pantano político desemboca en una ciénaga económica, y viceversa. Encarna a Elizabeth Sloane como si toda su vida hubiese ejercido de implacable y feroz ejecutiva. ‘El caso Sloane’, que plantea el retrato, más que disección honda, de esas fronteras manchadas de dinero, corrupción, barro, sangre y compraventa de dignidades y carreras personales, en las que el último eslabón de la cadena es la supuesta diplomacia y el interés colectivo. La legislación sobre el control de armas, uno de esos juanetes permanentes en los pies de la democracia norteamericana vertebra la acción de de este thriller básicamente de duelos verbales, desmesura locuaz y monólogos políticos. Sloane se resiente de un arranque algo confuso, acelerado y espeso y gana enteros cuando Chastain toma el mando, acapara escenas y pone tempo donde el cineasta John Madden se diluye en un guion que quiere ser un esqueje de la escritura de Aaron Sorkin. El filme es menos inteligente de lo que aparenta, más ambicioso que sutil y más convencional que lo que presupone. El director de ‘Shakespeare in Love’, que ya había trabajado con Chastain en ‘La deuda’, plantea una historia a lo David y Goliat, metáfora politico empresarial de lobbies y corruptos, de hipocresías y falsa moral que nunca logra atravesar la primera capa de la superficialidad. Prueba de sus limitaciones es que ‘El caso Sloane’ avanza a golpe de giros, de vueltas de tuerca tan forzadas que dejan ver las costuras y convierten la trama en un juego de falacias y máscaras, tan endeble como vulgar. Especialmente grave es el tramo final cargado de retorcidas hipérboles para mantener la tensión y traza callejones sin salida y escapes sorprendentes. La actriz, por contra, pone mesura, despliega aristas de un personaje del que extrae intensidad y profundidad. Una mujer compleja, que esconde y disfraza entre imposturas, sus carencias y defectos, y se adentra en el bosque machista del poder con salvaje y maquiavélica actitud. El thriller desnuda la falta de ética pero pierde su convicción y su energía en sucesivos agujeros negros tapados con esas retorcidas ocurrencias y cambios de eje. Al asomarse al abismo de lo predecible en varias ocasiones, el filme busca el cielo en la indómita y entregada pasión de Jessica Chastain, probablemente la actriz del presente y del futuro imperfecto de Hollywood.