Piratas del caribe: la venganza de salazar
EE UU. 2017. 129 min (12). Terror.
Director: Joachim Rønning, Espen Sandberg.
Intérpretes: Johnny Depp, Javier Bardem, Orlando Bloom y Geoffrey Rush.
Salas: Cinesa y Peñacastillo
Al abordaje de la taquilla estos piratas entrenan en el spa digital entre olas artificiales y gestos sumergidos al vacío. Hace mucho tiempo que lo que era franquicia estirada se ha convertido en una travesía reiterativa, sin rumbo e incluso varada en los estereotipos y personajes anclados en su falso tatuaje narrativo. A mucho viento, poca vela. Piratas del Caribe sigue teniendo más del parque temático que la inspiró, que de cuento de corsarios, rebeldes del mar y ácratas ondeando la bandera de los horizontes personales. Aquí el botín codiciado se reparte en muchas salas y el espíritu de la aventura es sacrificado por mor de una infantilización de barraca, videojuego y artefacto de feria al que solo le falta la manida y malentendida excusa de la interacción. En ‘La venganza de Salazar’, estos Piratas del Caribe, que nacieron al mar abierto de la industria sin un claro mapa del tesoro, son ahora los hacedores de la marca. Desde la reiteración y lo cansino, la nueva entrega derrama la estela de la aventura, cada vez más escasa, y se ampara en la tempestad del fantástico con Johnny Depp como comediante y maestro de ceremonias que hace tiempo que protagoniza su propia película y, quién sabe, franquicia. No estaría mal que algunos de los responsables de esta navegación temática tomaran el timón y se dirigieran a ese territorio donde atracan ‘El temible burlón’ y ‘El capitán Blood’. A falta de un verdadero halcón del mar, la saga se sostiene en las caprichosas veleidades de Depp, y fija su catalejo en un imposible equilibrio entre lo infantil y lo oscuro como si Batman y Harry Potter hubiesen prestado sus cofres particulares para alumbrar nuevos tesoros. Salazar no suelta las amarras suficientes con el pasado, de modo que el filme navega de forma forzada y Jack Sparrow parece el cantante estelar de un karaoke virtual. Repetitiva y agotadora –da la sensación de que el personaje de Bardem debería tener más vuelo en su encarnación de espada de los mares– la trama despliega las velas familiares y entrecruza subtramas de padres e hijos en busca de sus raíces. Entre fantasmas, el filme deambula haciendo guiños a la copia y deteniéndose en determinadas atracciones pasajeras. Los cineastas Joachim Rønning y Espen Sandberg, responsables de ‘Bandidas’, carecen de personalidad y se ponen al servicio de un epílogo muy épico, de fanfarria, que parece desmentir la oscuridad y que sirve para alumbrar una sexta entrega. Salazar y Barbosa podrían competir este verano en la Concha. El ejercicio de la desmesura, el exceso, la combinación fallida del gag visual con el efecto especial y la oscuridad barroca son una constante maldición. El espectador parece tan atrapado en la montaña rusa como la perla negra en su botella. Hay acumulación, que no emoción. A la espera, eso sí, de otra ciaboga en la siguiente atracción.