Un golpe con estilo
EE UU. 2017. 96 min (7).
Director: Zach Braff.
Guion: Theodore Melfi.
Música: Rob Simonsen.Intérpretes: Michael Caine, Morgan Freeman, Alan Arkin, Joey King, Matt Dillon, Ann-Margret.
Género: Comedia. Salas: Peñacastillo.
Comedia ligera, muy ligera, entre el homenaje, la devoción y la ocurrencia, que tiene más de lúdico desfile geriátrico que de acumulación de talento. No se puede negar la simpatía innata, que no originalidad, a este artefacto con trío de estrellas estrelladas jugando a policías y ladrones. Aunque frivoliza su crítica social, da en el clavo a la hora de exponer de manera primaria los engaños, trampas y resortes abusivos del sistema, el económico, financiero, empresarial y bancario, que se suele ir de rositas mientras deja un reguero de cadáveres a su paso. Mucha clase hay reunida en el reparto de este desfile de la mal llamada tercera edad que construye una comedia amable entre guiños, diálogos poco afilados y esa sensación de que los intérpretes se lo han pasado mejor que los espectadores. Es verdad que ‘Un golpe de estilo’, tercera comedia del también actor Zach Braff, ironiza a la hora de mirar de frente a la vejez, la decadencia, lo terminal y lo socialmente enfermizo pero nunca compensa ni logra equilibrar su sucesión de chistes malos. Michael Caine, Morgan Freeman y Alan Arkin, juntos pero no revueltos, lo que hubiera dado más gracia al enredo, garantizaban a priori hora y media de algo con mayúsculas. Pero ni director ni guionista llegaron a esa lección. Desaprovechado el material y cerca del desastre, sólo se salvan alguna pizca de hilaridad, un desenlace que parece intentar corregir la nadería anterior, como si perteneciera a otra película, y alguna excepción que permite abandonar el asilo de tópicos y estereotipos que sustenta esta facilona fábula de quijotes anticapitalistas a la que le falta fuerza para asemejarse al cine de Capra y a la que le sobra su afectada complicidad con cualquiera de esos telefilmes de sobremesa. Una cinta graciosa con fecha de caducidad incorporada –y esto no es un chiste- que deja a un lado la premisa con la que nació: ese retrato de gente cabreada y que tanto necesita expresarse. El cineasta de ‘Algo en común’ pensado quizás más en el contento generalizado y en cierta taquilla se olvida de la acidez de fondo y convierte a los tres jubilados con escaso futuro en una historieta simpática, que avanza a golpe de gracietas. La dignidad la ponen tres actores /leyendas a los que les basta algún gesto y el saber estar para dotar de cierto empaque e impostura a la inexistente dirección. La adulta ligereza, casi coreográfica, que se filtra entre la azucarada parodia, es lo mejor de un filme que pide a gritos ser zarandeado por un ejercicio de madurez cómica. Tres actores mayores, grandes, muy grandes, logran cierta zona de confort nostálgica cuando abandona el curso del río que no lleva a ninguna parte y optan por asentarse en los meandros de la comedia que ellos mismos generan con su química. Estos son, aunque recetados con mesura, los verdaderos golpes de estilo de esta perezosa comedia que naufraga cuando quiere ir de género y adulta y respira cuando deja que sus tripulantes piloten esta historia de amistad compartida que se opone al fracaso social y al desamparo. Una traviesa aventura de chavalotes que merecía otro mapa del tesoro.