Mañana empieza todo
Francia. 2016. 115 m. (16). Drama.
Director: Hugo Gélin.
Intérpretes: Omar Sy, Clémence Poésy, Antoine Bertrand, Gloria Colston, Karl Farrer, Anna Cottis.
Salas: Bonifaz. Filmoteca. Próxima semana.
Actor simpático, el ‘intocable’ Omar Sy, encarna a un hombre que descubre los valores de una entregada paternidad. A él se suma una niña lista, una madre ausente, un ambiente empalagoso –ya saben ¡qué guay es todo!–, y sale la comedia dramática perfecta de manipulación sentimental. Pastiche de buenas intenciones, con conflictos al fondo, ‘Mañana empieza todo’ parece diseñada en un laboratorio de autoayuda y escrita por un gurú de la ‘felicidad, ja, ja ja’ dispuesto a convertir los horrores, los dramas y los injustos azares en piedrecitas de un camino dorado…que ríanse de ‘El mago de Oz’. El filme siembra las peripecias de este vínculo paternofilial de una melosa y nada creíble historieta moral que podría pasar por el manual de una secta que canta la alegría de forjar un melodrama lacrimógeno. Lo peor es que esta versión francesa de la mexicana ‘No se aceptan devoluciones’ envuelve en blandengue y colorista celofán de ‘ya es primavera en el centro comercial’ bajo el que asoman los más truculentos temas, situaciones y sorpresas del destino. Hay aires taquilleros de ‘Tres solteros y un biberón’ y gestos serios e igual de tópicos a lo ‘Kramer contra Kramer’ salpican este documento irrisorio, nada creíble y tendencioso en lo sentimental. Su escasa originalidad y el ternurismo se añaden a una media hora final cuya solapada manipulación alcanza no ya lo previsible sino lo más zafio del catálogo de tocamientos sensibleros a costa de un sonrojante argumento. Todo es un decorado artificial, entre la chispa de la vida y sus fastidiosas burbujas inesperadas. Salvo unos excelentes títulos de crédito que preludian una comedia vitalista y lúdica que luego el guion desmiente, el filme de Hugo Gélin resulta una sucesión de espejismos, falacias y mentiras revestidas de abusos sentimentaloides. De lo que se trata es de agarrar la taquilla por el lagrimal. Algo así como ‘La vida es bella’ pero en burda postalista con el matasellos de los contrastes culturales como coartada y la familia como el más poderoso pasaporte. Si hubiese sido otro el tono, la fábula o el cuento, el humor amable mezclado con cierta ironía hubiese dado más empaque a un filme que resbala, nunca conmueve y manipula con descaro. Entre ‘Los viajes de Sullivan’ y ‘Mañana empieza todo’ no solo hay casi ochenta años de diferencia sino que ambas miradas pueden servir para trazar un estudio sobre cómo muchas veces la narración cinematográfica de las ilusiones, la radiografía social y la reinvención de una impostura ha avanzado hacia atrás. Los camuflajes de la verdad, la dirección de una película prefabricada y el ‘buenrollismo’ masajean la inmediatez de un filme deliberadamente tramposo.