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Guillermo Balbona

Fuera de campo

Alargamiento de alien

Life (vida)

EE UU. 2017.  103 min (12). Ciencia Ficción.

Director: Daniel Espinosa.

Intérpretes: Jake Gyllenhaal,  Rebecca Ferguson,  Ryan Reynolds y  Hiroyuki Sanada.

Salas: Cinesa y Peñacastillo.

Es una especie de hijo putativo de ‘Alien’. Un esqueje que juega a serie B, lanza guiños a ‘Gravity’ y su creador parece, ante todo, querer demostrar que sabe hacer cine. Impecable en su factura, con excelentes trabajos interpretativos, ‘Life’, sin embargo, carece de vida y deposita todo su pulso y latidos en las situaciones límite. A veces se regodea pretenciosamente en ciertas reflexiones y sentencias sobre las fronteras de la investigación y las barreras proteccionistas de lo humano ante un contacto con extraterrestres, que no sea bienvenido. Es un filme que va del microscopio, la célula y lo ignoto, aunque ínfimo, a la amenaza física, visible y, por supuesto, aterradora. Pero este trayecto es tan previsible y pleno de pastiches y deja vu que la capacidad de seducción, sorpresa y empatía es prácticamente nula. Asistimos a un chequeo de manual de la ciencia ficción como si Nostromo hubiera ido a pasar la ITV. El sueco de origen chileno Daniel Espinosa, cineasta de ‘El niño 44’, rueda con las ideas muy claras pero se deja arrastrar por el tópico, por el peso del clásico de Ridley Scott (que regresa precisamente este verano con su revisitación de ‘Alien’) de tal modo que debemos ir ya por el pasajero número 250. Caben algunos buenos momentos de claustrofobia, fruto de una utilización excelente de la puesta en escena, del espacio (el exterior y el interior) como escenario, de la oposición dentro /fuera tanto en lo físico como en el desarrollo de una metáfora que abarca desde el seno materno hasta la inmensidad de las estrellas. El resto es el ‘aquí te pillo, aquí te mato’ de la criatura y sus presas. Del ectoplasma al monstruo que viene a verme van cien minutos  de un juego de lucha por la supervivencia. La ilustración es atractiva pero carece de narrativa propia que permita aportar algo más que mera recreación a sus raíces fundacionales. O bien por exceso de respeto o por comodidad, no hay riesgo en el filme de Espinosa que se mueve entre la fascinación y el terror con tanta soltura como entre la postal de género, lo ya conocido, y la elegancia y la tecnología al servicio de una escritura tan pulcra como inane. Faltan ironía, distancia, juego. Sobra ese aséptico acercamiento que convierte la devoción y el homenaje en simple insistencia reiterativa. A pesar del reparto aseado no hay hondura en los perfiles psicológicos y, cómo no, la criatura desprende más inteligencia y definición que algunos humanos. A este paso moverse por una estación espacial va a resultar al espectador más fácil y familiar que caminar por las calles de su ciudad. Hasta la presentación del enésimo pasajero asistimos a una atractiva coreografía: un travelling donde la gravedad, el preludio liberado de deudas y el diálogo entre lo humano y lo desconocido aprietan las tuercas de un documento que luego muta en estereotipo marciano. Ahora bien el verdadero alienígena de la función es el doblaje, absurdo e innecesario, que devora nuestros encuentros con los tripulantes de esa ONU espacial que enarbola la bandera de la vida.

Guillermo Balbona comenta la actualidad cinematográfica y los estrenos de la semana

Sobre el autor

Bilbao (1962). Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense. Ser periodista no es una profesión, sino una condición. Y siempre un oficio sobre lo cotidiano. Cambia el formato pero la perspectiva es la misma: contar historias.


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