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Guillermo Balbona

Fuera de campo

Sangre sabia

Crudo

Francia. 2016. 98 m. (16). Terror.

Director: Julia Ducournau.

Intérpretes: Garance Marillier, Ella Rumpf, Rabah Nait Oufella, Laurent Lucas, Bouli Lanners y Joana Preiss.

Sala: Peñacastillo

 

Es un cine muy, muy cocido. Un sorprendente, maduro y medido ejercicio de estilo que transgrede géneros, se pone estupendo cuando quiere y se muestra tan respetuoso como epatante en ocasiones. ‘Crudo’, que nadie se engañe, no es una película de terror ni una metáfora distópica sobre la condición humana. Si acaso un cuento virtuoso que bajo la superficie de su llamativa cáscara visual, sangrienta, a veces escabrosa, pero siempre eludiendo con elegancia el gore y adscribiéndose a una pátina morbosa, se revela un lúcido tratado sobre la iniciación. La adolescencia, el descubrimiento de uno mismo y del otro, los interrogantes sobre la identidad, los miedos primarios, el legado, lo generacional están latentes bajo ese halo cáustico de película caníbal, de vampirismo sexual y de horror vacui sobre el cuerpo, la necesidad del otro y la posesión. Con una potencia visual y un catálogo de imágenes que logran un extraño equilibrio entre el impacto y la crueldad, sin caer en el sensacionalismo efectista, la cineasta Julia Ducournau traza una ópera prima cautivadora que empezó a cocerse el día, según confiesa, en que descubrió las posibilidades de ‘La matanza de Texas’. ‘Crudo’ es una fábula sobre ese vértigo mayor de no saber quiénes somos, sobre los instintos, sus límites y fronteras. Sería lamentable que la visión de la película se desvirtuase y manipulase por esa mala publicidad de gente desmayada en algunas salas de cine de festivales debido a la dureza de sus imágenes. Una envoltura mediática de vulgarización en las redes que ya rodeó a esa obra maestra llamada ‘La pianista’ de Michael Haneke. Con una sólida y contundente mirada, el filme es una vuelta de tuerca a la mutación del despertar sexual, de la lujuria y el descubrimiento del cuerpo, con guiños sádicos y una gran carga de acidez, por no hablar de golpes de humor negro como en la secuencia del dedo. Escenas como ese abrazo de amor odio entre hermanas (hasta aquí puedo escribir) certifican la intensa capacidad de la directora para marcar territorios personales tan delicados como el cuerpo y lo visceral, siempre con un realismo duro que tutea con personalidad el gore. Su estilización impregna de elegante silueta a este viaje del veganismo a la carne, de la virtud y la virginidad a la orgía caníbal, del refugio maternal y familiar al despertar sin límites. Con claras influencias del cine de David Cronenberg (‘Inseparables’ es su guiño cómplice), el filme compensa con inteligencia el lado más repulsivo y descarnado con una sutil incursión en los deseos y los instintos más atávicos. Tiene tanto de exploración psicológica como de irónica celebración corporal, de dentellada femenina y mordisco vital de aprendizaje como de hambrienta mirada sobre la formación. Anatómica y poética, cruel y desnuda, agitada y pulcra, erótica e incisiva. Tras su menstruación visual y su, en apariencia, brutal vorágine alegórica corporal, ‘Crudo’ es una metáfora magistral sobre la inquietante, nunca resuelta, y siempre asombrosa herida que supone el paso a la edad adulta.

Guillermo Balbona comenta la actualidad cinematográfica y los estrenos de la semana

Sobre el autor

Bilbao (1962). Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense. Ser periodista no es una profesión, sino una condición. Y siempre un oficio sobre lo cotidiano. Cambia el formato pero la perspectiva es la misma: contar historias.


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