El beso de la muerte
Kiss of Death 1947 98 min. Estados Unidos
Director: Henry Hathaway. Guion Bent Hetch, Charles Lederer.
Música: David Buttolph. Fotografía: Norbert Brodine
Reparto: Victor Mature, Richard Widmark, Brian Donlevy, Coleen Gray, Karl Malden.
Género: Intriga . Sala: Bonifaz. Filmoteca. Próxima semana.
Este es el ejemplo máximo de cómo la fuerza de una secuencia marca la identidad histórica de una película. Debutaba Richard Widmark, el gran Henry Hathaway firmaba su incursión en el negro de la mano de la Fox y ‘El beso de la muerte’ transparentaba muchos factores innovadores a la hora de ahondar en la psicología criminal. Pero la interpretación del actor que abría su trayecto hacia el estrellato y su psicótico personaje prácticamente devoraron todo lo que representaba el relato abordado con pulso, energía y tensión pero con algunos desequilibrios documentales. El filme, que recobra la Filmoteca en su programación de febrero, marcó en el tatuaje de la memoria esa escena en la que el machista criminal arroja a una inválida por las escaleras. Dureza y sadismo en una escena ya vista en otras ocasiones pero que el tándem Widmark/Hathaway convierte en un icono de lo despiadado, rubricado por esa sonrisa maquiavélica, espesa e inquietante del actor en todo su esplendor. Ciertas desviaciones hacia el docudrama y las deudas del expresionismo, presentes en casi todo el cine negro, envuelven la historia que tiene sus mejores momentos en la atmósfera de melodrama donde las tragedias personales, las pérdidas y las traiciones afloran dejando un rastro de radiografía fragmentada y realismo de la condición humana. Hasta el punto que la visualización de un suicidio fue coartada por la censura, aunque no consiguió frenar la excelencia del dúo integrado por Ben Hecht y Charles Lederer, autores de ‘Luna Nueva’, a la hora de escribir este relato vertebrado por el flashback y la voz en off. La redención, lo criminal, el precio de ser un delator, el pasado con su pesado equipaje, preceden y dan solidez y consistencia a un filme que, inevitablemente, en su segunda parte va a quedar marcado por la aparición del criminal brutal que encarna Widmark, manteniendo un equilibrio y una pose sostenida que nunca desciende a la sobreactuación. El silencio y el juego con la muerte como detonante y como único camino para la salvación tienen su expresión diáfana en este filme donde la artesanía de Hathaway y la tensión hipnótica de Widmark potencian la identidad social y el gancho narrativo del drama. Lástima que la presencia de Victor Mature como antagonista fuera una mancha dadas sus limitaciones interpretativas, que bordeaban lo irrisorio. La expresión maníaca y macabra y la risa fácil y perversa constituye la verdadera banda sonora de esta película que no oculta sus guiños al cine de terror, que suple con inteligentes elipsis la acción de la censura y que enmarca su mirada sintética y aguda bajo una iluminación que aporta verdad a esas criaturas marcadas por las sombras.