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Guillermo Balbona

Fuera de campo

Autoengaño

Contratiempo

España. 2016. 106 m. (12). ‘Thriller’.

Director: Oriol Paulo.

Intérpretes: Mario Casas, Bárbara Lennie, José Coronado, Ana Wagener, Paco Tous, Francesc Orella.

Salas: Peñacastillo y Cinesa

Si se juega al puzle, a la precisión milimétrica de una ficción de enredos, apariencias y engaños, uno corre el riesgo de enredarse en un bucle anodino de máscaras y superficialidad. A ‘Contratiempo’, nueva incursión del cine español en el thriller, variante negra de perdición, sin discutir su sólida factura, muestra precisamente ese síntoma de la trampa de lo enrevesado. Pese al excelente arranque la trama confunde pliegues y confusión, y ese límite inasible entre lo verosímil, lo creíble y la sensación de verdad se diluye demasiadas veces en un película con muchas trampas, endeble en su camino hacia una resolución que busca a toda costa el efecto sorpresa y que practica el autoengaño, sin que ello suponga arrastrar al espectador. También pese a los esfuerzos se transmite la sensación de que el reparto es fallido o, al menos, no hay química ni intensidad para dotar de atmósfera a la ya de por sí frágil y fracturada trama de los amantes envueltos azarosamente en un destino que puede desvelar las sucesivas capas de sus dobles vidas. El cineasta Oriol Paulo, que ha alternado el medio televisivo con su paso por las pantallas (‘El cuerpo’) se desmarca del thriller más sucio, urbano y de paisajes sociales crudos, el más frecuentado en los últimos años por estos lares, y se decanta por escenarios más sofisticados, personajes que miran desde las alturas –en este caso desde las zonas del triunfo y del éxito y los nuevos capitales de la Barcelona más cool– para mostrar, más que diseccionar, determinados comportamientos de arrogancia y prepotencia. ‘Contratiempo’ parece tan preocupada  en lo formal, en aparentar, en encajar las piezas y en rizar el rizo de una supuesta minuciosidad, que al director se le va la película en ese presunto encaje de bolillos narrativos entre la reconstrucción, el flash back oficial y el juego de espejos sobre hipótesis y realidades. Oriol Paulo, un guionista sólido, no acaba de exprimir todo el jugo emocional que la pasión encarnada por Bárbara Lennie y Mario Casas destilaba a priori, y tampoco logra dotar de fuerza progresiva hacia ese desencadene que hipoteca lo visto anteriormente. El espectador no sabe más ni menos de las criaturas que se le han puesto frente al espejo de la pantalla como quería y hacía Hitchcock, sino que se siente huérfano y se desatiende de las arriesgadas piruetas. Lo que busca ser un laberinto emocional, un cul de sac con espejismos y salidas en falso, acaba en mero juguete artificial exento de empatía y apego. Un Lego al que le sobran fichas y le falta profundidad de campo para correr hasta esa encrucijada donde culpa, venganza, poder, seducción y redención se citan en carne viva sin la coartada de ese interminable trampantojo que devora a sus personajes.

Guillermo Balbona comenta la actualidad cinematográfica y los estrenos de la semana

Sobre el autor

Bilbao (1962). Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense. Ser periodista no es una profesión, sino una condición. Y siempre un oficio sobre lo cotidiano. Cambia el formato pero la perspectiva es la misma: contar historias.


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