Comanchería
EE UU. 2016. 102 m. (12). ‘Thriller’.
Director: David Mackenzie.
Guión: Taylor Sheridan.
Música: Nick Cave, Warren Ellis.
Intérpretes: Jeff Bridges, Chris Pine, Ben Foster, Gil Birmingham.
Género: Thriller.
Salas: Cinesa y Peñacastillo
Es tan resabiada como implacable. Destila palabras como balas y recubre el polvo del camino con una pátina de clase B y neowestern con hálito romántico. En realidad, ‘Comanchería’ -‘Hell or High Water’- (otro de esos títulos horribles en sus distribución comercial) es una magistral balada amarga revestida de thriller con muchos aromas nostálgicos. Pulso, furia y desazón atraviesan la médula espinal de esta geografía desoladora donde el paisajismo, el desencanto, la América profunda (también la de los espejos interiores donde hierve el caldo de Donald Trump), la venganza, la redención y la violencia construyen un retrato de la desesperación. Hay sátira soterrada, mucha mala leche y cargas de profundidad sobre aspectos como el racismo, las identidades, la sensación fronteriza de dejar atrás una época y entrar en otra indefinida y, por supuesto, toda esa atmósfera heredera del western crepuscular. David Mackenzie, cineasta de ‘Perfect Sense’, combina con destreza y se recrea de forma vigorosa entre factores estéticos y narrativos: el toque estilizado de la fotografía, la seca y contundente soledad de las carreteras interminables con aire existencialista y los perfiles matizados, a veces paralelos otras como juego de contrarios, entre la pareja de hermanos ladrones (excelentes Chris Pine y Ben Foster) y la de sus perseguidores el sheriff (un inmenso Jeff Bridges) y su ayudante. El filme rezuma melancolía, transparenta cine negro, participa de esos dramas morales que han hecho historia y se revela volcánico y sin tregua cuando ahonda en las raíces de lo criminal. El excelente arranque de ‘Comanchería’ ya muestra las claves de un cine maduro y elegante, que equilibra el ruido y los silencios, el gesto y la pose, lo divertido, bufonesco y caricaturesco con la amargura trágica y el aliento poético de dos perdedores que estrujan el destino para cambiar el viento en contra. Clanes, llaneros solitarios, outsiders, marginados se solapan en la historia texana del director de ‘Convicto’ (Starred Up) pero el ojo del huracán es la familia, la fidelidad, lo fraternal y la ligazón también extraña entre criaturas aparentemente opuestas que cabalgan con coches en lugar de caballos por un duro y hermoso paisaje. Hay abrazos y veneno, en esta especie de ‘No es país para viejos’ con perfume beat, exprimiendo el ‘on the road’ de dos forajidos aún sin leyenda que se mueven entre desahucios, pobreza y miseria moral. A veces apunta al delirio y desata sonrisas amargas y otras ocasiones discurre sinuosa y sumergida en lo turbio. Ocre desierto contra viento y marea. Dejen los convencionalismos sobre la silla y monten en esta fuga de épica, furia y fuego con mirada rebelde y alma de proscrito.