Marea negra
EE UU. 2016. 107 m. (12). Acción.
Director: Peter Berg.
Intérpretes: Mark Wahlberg, Kurt Russell, Kate Hudson, John Malkovich, Dylan O’Brien, Gina Rodriguez, Ethan Suplee.
Salas: Cinesa y Peñacastillo
Exuda nostalgia de aquellos títulos de catástrofes que en los setenta ya llevaban adherida a la entrada la cuota de ‘sensurround’. La paradoja es que si a uno le obligaran a cubrirse los ojos cuando asiste a la proyección de ‘Marea negra’ la pérdida sería menor. La apuesta de esta recreación de un siniestro mediático y sucio por contaminación, desidia y ejercicio de capitalismo voraz, está vertebrada por el sonido. El resto es tópico, déjà vu y un esquematismo dramático que a veces sonroja. Si a ello le añadimos la moralina familiar e incluso religiosa de determinados tramos del metraje el filme de Peter Berg se limita a perforar la pantalla con una ruidosa insistencia, eso sí, vertebrada por una desbordante utilización de la banda sonora. Ya algunas de sus anteriores cintas como ‘Hancock’ y ‘Battleship’ respiraban una parafernalia abrumadora donde el sonido se imponía al despliegue visual efectista. Atronador pero sin agresividad su incursión en la búsqueda del oro negro, a través del trágico suceso acontecido en una plataforma marina, se convierte en la mera descripción de un accidente a través de pinceladas humanas como anécdotas desgajadas y simplonas sin el rastro de la más mínima prueba de vida. No hay hondura ni emoción. Es tan solo un artefacto de destrucción, con su prólogo familiar y su epílogo moralizante, pero exento de toda hendidura dramática. Los excesos de las multinacionales y la prioridad de los objetivos frente al celo profesional y el cuidado de los trabajadores se tradujo en un accidente que podría haberse evitado: el de la Deepwater Horizon, que mató a once personas e inundó el Golfo de México del mayor vertido de petróleo de la historia. Es curioso como, en paralelo y de forma coincidente en cartelera, dos películas que retratan sucesos recientes, mediáticos y sujetos a la parabólica de la globalización, son abordados de manera tan opuesta en ambición, talento y puntos de vista: la magistral ‘Sully’ de Clint Eastwood, sobre el accidente aéreo sobre el río Hudson, y esta ‘Marea negra’. Es cierto que Berg señala a los culpables de la empresa BP pero gasta munición en primarias señales azarosas y en subrayar el infierno letal de la catástrofe a medida que va perdiendo el líquido dramático, la tensión y los roces. Los perfiles psicológicos y los caracteres carecen de consistencia y el filme termina por ser un simple desfile de ruido y furia. Sólo el duelo fugaz entre los personajes que encarnan Kurt Russell y John Malkovich –siempre intenso y entregado– aportan un cierto asidero humano entre tanto hierro retorcido y lluvia oscura. La traca fallera y el espectáculo sonoro envuelven la bandera estadounidense. El sacrificio está consumado. Acero y fuego. Y a escuchar.