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Guillermo Balbona

Fuera de campo

Banda sonora emocional

Sing street

2016 105 min. Irlanda

Director: John Carney

Reparto: Ferdia Walsh-Peelo, Lucy Boynton, Jack Reynor, Aidan Gillen, Maria Doyle Kennedy, Don Wycherley, Kelly Thornton. Coproducción.

Género: Comedia/Drama musical.

Salas: Cinesa

Es un cine pegadizo. Su cualidad está en saber impregnar la textura de la mirada sin que el documento sea devorado por una mera percha sonora o un encadenado de viodeclips. No hay nada nuevo pero todo suena bien en esta nueva entrega de John Carney, quien se ha fabricado una trilogía con idénticos mimbres y un mismo mantra musical que arropa a personaje y hechos, aquí con aire redentor. Primero fue ‘Once’ y después ‘Begin again’ y ahora llega el turno de ‘Sing street’ en la que asoman las costuras y grietas de los ochenta. Adolescencia más música, búsqueda más sonido vital, la ecuación es simple pero suele fallar. Por el contrario la sucesión de canciones, los guiños y los homenajes crean una gran caja de música o jukebox donde se suceden las notas y el ritmo particular de esta cartografía de juventud y nostalgia a través de una banda con mucho criterio emocional. La música no tanto como factor humano de sanación, sino como relato de reafirmación personal y rebeldía, en una mezcla de sentimentalismo, idealismo y romanticismo. ‘Sing street’ suena a algo familiar y cercano que  discurre entre los territorios fronterizos del amor, el destino incierto, la persecución de un triunfo y la mezcla de frescura y gancho a través de un mosaico de perfiles muy variados que rodean al protagonista. No muy alejada de ‘The Commitment’ de  Alan Parker, el cineasta de ‘The Rafters’ traza un itinerario donde el catálogo humano, las canciones, el entretenimiento y el diálogo, entre el encanto y la desazón del primer amor, conviven para crear un territorio cómplice sobre un trayecto de Duran Duran a Depeche Mode y The Cure. Simpatía sin caer en lo meloso, estribillos pop, melodías contagiosas y una guía de educación a través del Dublín de los 80.  Una foto fija en la que posan el personaje encarnado por ese chico de familia trabajadora, sueño de estrella pop, descubrimiento del amor, retrato amable y nostálgico y desfile de modas musicales. Hay empatía y una capa envolvente, superficial pero nunca frívola, donde colisionan los buenos sentimientos y las amenazas más recurrentes. Una dramedia con muchos sonidos que tiene un peligro, el de la reiteración de un modelo y un formato que pueda llegar al agotamiento. Esa postura a lo ‘banda sonora con la música de nuestras vidas’, el cancionero pop, entre el repertorio y la preferencia. Carney agita, sin exprimir nunca el fondo dramático, que se presupone, y deja que discurra el enamoramiento, la tristeza, la creatividad, el refugio y el tono generacional. Una película para tatarear.

Guillermo Balbona comenta la actualidad cinematográfica y los estrenos de la semana

Sobre el autor

Bilbao (1962). Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense. Ser periodista no es una profesión, sino una condición. Y siempre un oficio sobre lo cotidiano. Cambia el formato pero la perspectiva es la misma: contar historias.


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