Viaje a Italia
Reino Unido. 2014. 108 m. (7). Comedia.
Director: Michael Winterbottom.
Intérpretes: Steve Coogan, Rob Brydon, Claire Keelan, Rosie Fellner, Marta Barrio.
Salas: Groucho
Más que un tratado hedonista es un trayecto de búsqueda y aliento vital. Entre mozzarella, tortellini y spaghetti frutte di mare discurre este itinerario sutil y elegante, como desprendido y, sin embargo, con muchos pliegues tras sus hermosas imágenes y su paseo casi documental. No contiene la belleza formal con heridas al fondo de los pasajes, que poseía el cine de David Lean, pero este ‘Viaje a Italia’ con homenaje a Rossellini revela una lluvia fina de referentes, culturalismos sin pedantería y delicado pero contundente humor sobre las relaciones humanas. Entre manteles, paisajes y ciudades, una banda sonora y una conversación constante a modo de sintonía existencial, la segunda entrega de la trilogía viajera del prolífico cineasta británico Michael Winterbottom es un artefacto de la fragmentación, en el que conviven episodios, referencias, pistas, imitaciones, citas, en una especie de melancólica comedia humana. ‘Viaje a Italia’, entre vinos, cartas y grandes hoteles, la secuela de la película de 2010 tiene tanto de periplo cultural-gastronómico como de optimista, alegre, que no banal, disfrute de la vida envuelto en una humorada sobre la necesidad de no darse importancia. Paladar e irreverencia, gusto y distancia, mirada, nunca postal, y apropiaciones (in)debidas. Todo el filme traza una cartografía sensorial, jocosa, fotogénica, vitalista, encendida, entre poemas del romántico Lord Byron que peregrinó en viajes similares, entre charlas, visitas y encuentros. Por supuesto que existen sombras bajo la luz mediterránea pero sin que el desencanto o la incertidumbre de estas, más que personajes, criaturas y trasuntos, que encarnan la pareja Coogan y Brydon, se conviertan en un golpe bajo. Curiosamente el proyecto de trilogía de ‘The trip’ del cineasta de ‘Bienvenido a Sarajevo’ concluía esta semana en España de forma coincidente con el estreno de su secuela transalpina, que ha recalado en la cartelera con dos años de demora. Hay divertimento y cierto tono seductor que nunca desfallece. Un tour lúdico y cálido bajo el que asoman resquicios de gravedad y de complejidad dramática, aunque siempre prime la envoltura soleada y los juegos de palabras. Otra razón más para que la versión original sea obligada. Del Piamonte a Capri, con el ‘Viaggio in Italia’ del neorrealismo siempre de fondo, la ironía de lo turístico, lo seductor, cierto desencanto y verborrea, muchas veces lúcida y lacerante, domina en esta ruta. Lo mejor es dejarse llevar como si el espectador llevara un guía constante, a veces incómodo, mientras decide qué es lo importante y qué lo superfluo.