Los santos inocentes
1984 103 min. España.
Director: Mario Camus
Reparto: Alfredo Landa, Francisco Rabal, Juan Diego, Terele Pávez, Juan Sanchez, Mary Carrillo.
Drama
La solidez narrativa, el definido perfil de sus personajes y esos sutiles vasos comunicantes entre el sustrato literario y la traducción en imágenes, inherente a la caligrafía de Mario Camus, esponjan toda la vigencia de una de las obras maestras del cine español. Con motivo de su reciente treinta aniversario el cineasta santanderino recordaba el ejemplar de la novela de Miguel Delibes que recibió con una dedicatoria del autor: «A Mario, que triunfó y me triunfó». El autor de ‘El camino’ era escéptico sobre la viabilidad de llevar a la pantalla su novela pero el fruto de la adaptación, una conjuntada argamasa y simbiosis entre director, guión y actores, no dejaba fisuras. El cineasta de ‘La colmena’ centra la mirada en los propios personajes que soportan el peso narrativo con todo su simbolismo, complejidad y capacidad de representación de un microcosmos que puede simplificarse como melodrama rural pero que contiene también memoria histórica y problemas enquistados, en una partitura armonizada por el aliento de verdad. Milanas, terratenientes, señoritos fascistas, marginados, campesinos sacrificados que parecen condenados a vivir en la renuncia. Este retablo, a modo de fresco dramático, traslada su latido intenso y desgarrador en ese ecosistema franquista donde asoma la desigualdad social, el dolor, el olor de la sangre, el sudor, las manos ajadas y esa «esclavitud consentida» como la definió el propio Camus en su lectura de la novela. Afrontar la traslación visual de este retrato España rural de los años 60 era un arriesgado ejercicio de funambulista que el tándem Camus/ Julián Mateos, productor, abordaron con decisión. El éxito comercial, el triunfo en Cannes de Paco Rabal y Alfredo Landa, más una mención especial, ratificaron que la apuesta no había sido en vano. Desde entonces esa «milana bonita» convertida en mantra atraviesa el cine español. Bajo las interpretaciones y la impecable mirada cabe destacar también esa implícita violencia que discurre sorda pero latente entre los acontecimientos, esa sombra interior que Camus desmaya sobre su filme desde la palabra de Delibes, para ir desnudando la turbadora poética de los escenarios, la crónica mutada en creciente y contundente relato crítico de explotación y venganza. Lo feudal y lo servil, las miserias y grandezas pequeñas, humillados y ofendidos, todo servido con pulso y serenidad, una extraña objetividad sin tregua ni pausa, una sutil mirada casi documental y una lúcida reflexión que apela a la sobriedad y la conmoción.El cineasta de ‘Los días del pasado’ dejó una obra de artesanía fina que edifica un universo donde conviven la miseria moral y la emoción poética de Azarías. La fragilidad de una existencia humillada y la naturaleza ultrajada. Y todo con la sensación de cercanía e inevitabilidad. Ver y escuchar a Mario Camus: «El cine es como el amor. El amor es como un pájaro. Si lo aprietas mucho, se ahoga. Si abres demasiado las manos, se te escapa».