Bridget jones´baby
Reino Unido/Francia/EE UU. 2016. 122 m. (12). Comedia.
Director: Sharon Maguire.
Intérpretes: Renée Zellweger, Colin Firth, Patrick Dempsey, James Callis, Celia Imrie.
Salas: Cinesa y Peñacastillo
En ocasiones roza el patetismo y lo ridículo, en otras logra abrir un resquicio de comicidad ingeniosa. Pero Bridget Jones parece desprender una pregunta constante. ¿Para qué una secuela? Un cierto halo de simpatía compite con un velo de correcta incorrección, entre lugares comunes, situaciones cómicas muy trilladas y una superficialidad subrayada en la coartada de lo vulgar y gregario. El conservadurismo y lo políticamente correcto envueltos en una impostura. Ente tópicos y gracietas cualquier sombra de hacer crecer al personaje en su singularidad es mero espejismo. Esta tercera entrega recupera a la directora de la obra fundacional, Sharon Maguire, quien apenas se ha prodigado salvo su fallida ‘Incendiary’. El resto, y en ausencia de Hugh Grant, es una prótesis afectada, de enredo facilón –un trío con la paternidad al fondo- y muchas dosis de patetismo. La realidad le ha ganado la mano esta vez al ansia comercial de exprimir las franquicias. Una buena comedia, quizás ya escrita, sería la resultante de adentrarse en ese encuentro azaroso entre Mourinho y la novia de América, otras más, Jennifer Aniston. Ese ‘por qué’ del ahora entrenador del Manchester United daría más juego que todo el guion de esta trilogía gestual de soltera cuarentona que parece mostrarse incorrecta y provocadora para que todo siga siendo conservador y vulgar. Aunque el juego baby de condones caducados y alma pater, que envuelve el filme, presenta una buena excusa para dar una vuelta de tuerca al personaje, todo desprende aire de estirado oportunismo comercial en torno a su protagonista, Renée Zellweger, una actriz que llevaba seis años sin rodar y que ha sido masacrada en las redes sociales. Los elementos y factores más reconocibles mantienen sus constantes vitales y hay una arista poco aprovechada que aporta diferencia a la comedia: la relación entre los dos hombres que rodean a la protagonista, base paradójicamente de esta forzada secuela. La estructura permanece y el encadenado, al borde del videoclip, lo pone su banda sonora salpicada de temas que pretenden ser una especie de álbum sonoro emocional del personaje pero que suenan más a buscar un supuesto enganche generacional para los no adictos a la Jones. Hay situaciones que rozan una abierta falta de credibilidad, pese a los esfuerzos de los intérpretes y algunos diálogos. Lo poco que merece salvarse quizás está en manos de Emma Thompson que intervino el guión y se reserva un papel de ginecóloga, demasiado corto. Zellweger, entre mohines y móviles, acapara la función. Aquí nadie parece haberse enterado de que la comedia romántica ha cambiado. El personaje parece disecado y la búsqueda de libertad o la necesidad de enfrentarse a la soledad son simples dependencias emocionales para generar una inevitable sensación de cinta forzada que se consume con cierta pesadez y se olvida con enorme facilidad.