Florence foster jenkins
Reino Unido. 2016. 110 m. (TP). Comedia.
Director: Stephen Frears.
Intérpretes: Meryl Streep, Hugh Grant, Simon Helberg, Nina Arianda, Rebecca Ferguson.
Salas: Cinesa y Peñacastillo
Sólo un combinado de irrealidad e ironía, afrontado por Stephen Frears con la complicidad de Hugh Grant y Meryl Streep, podría sostenerse en pantalla durante dos horas. Esta radiografía de gorgoritos de deseo, entre el cinismo y la persecución de un sueño, se narra con esa mezcla de ligereza y desvelo inherente al cine del director de ‘Mi hermosa lavandería’. El milagro reside en dos hechos: uno logrado con plenitud, y el otro, mero superviviente. El primero es la osadía y entrega, nada nuevo por cierto en este animal interpretativo que es Meryl Streep, que asume con toda la dimensión posible una encarnación patética para hacerla volar hasta el límite humano casi imposible. Lo segundo se refiere a la capacidad del cineasta para dotar de cierto interés una historia muy liviana, con menos sutileza y aristas de las que parece y busca siempre arañar en la anécdota. ‘Florence Foster Jenkins’ es el retrato de un autoengaño, de una impostura vocal y de la falta de talento envuelta en los pliegues sociales de la hipocresía, las apariencias y el juego de voces solapadas por una falacia colectiva. El filme se adentra en el retrato de una mujer que, al heredar la fortuna de su padre, pudo cumplir su sueño de estudiar para ser soprano. Su falta de condiciones se tradujo en una paradoja: la gente acudía a sus recitales para comprobar si de verdad era tan mala cantante como decían los críticos. Una producción francesa, ‘Madame Marguerite’, ya se inspiraba libremente en este personaje real. Frears profundiza en el perfil de Jenkins entre lo pintoresco, la sucesión de anécdotas, la vuelta de tuerca a lo vulgar y lo culto, el diálogo lúdico entre la comicidad y lo patético en un entretenimiento que retuerce lo frívolo y deja asomar los resquicios del melodrama. No hay ‘gallos’ en la narración. El cineasta de ‘Héroe por accidente’ traza un relato ensalzado por el trabajo inconmensurable de Streep, muy bien arropada por Hugh Grant que parece muy cómodo y aporta matices inesperados. Suplantación, juego entre la normalidad y lo convencional y la anomalía asumida con normalidad, la cinta parte de la modestia para mantener una nota aguda de atracción constante, como si invitara a aprender una melodía que nunca acaba de sonar. Entre la sobriedad y la ambigüedad, quizás el filme deja un sentencia simple y sencilla sobre la facilidad con la que se convierte todo en espectáculo y, por ende, las pocas cosas que merecen tal nombre. A medida que Florence Foster Jenkins desafina –cantando en el Carnegie Hall, una especie de ‘Ed Wood’ en femenino y vocal–, el filme ajusta el tempo y el latido de una fragilidad, la de esta criatura que se mueve en terreno agridulce con tanta intensidad como autoengaño.