Hello, My Name Is Doris
2015 95 min. Estados Unidos
Director: Michael Showalter.
Reparto: Sally Field, Max Greenfield, Beth Behrs, Wendi McLendon-Covey, Stephen Root, Elizabeth Reaser, Isabella Acres.
Género: Comedia romántica
Sala: Los Ángeles. Desde hoy y hasta el domingo.
Sin asideros es casi imposible que una apuesta, por muy conservadora que sea, resista una mirada rigurosa y aguda. Con la coartada de la comedia romántica amable, esa que persigue el contento generalizado y se olvida de profundizar, discurre con tono llevadero ‘Hello, My Name is Doris’. Una leve ironía y la gran actriz que habita dentro, dinamitan toda apropiación indebida por parte de las convenciones que amenazan la estabilidad del filme. La historia, que confronta tópicos y lugares comunes con un insólito panorama emocional, resultaría del todo anodina y sin riesgo, si no es por la presencia de una intérprete colosal, Sally Field, que supera todos los retos, el primero de ellos ese tan inexplicable que delata a un público que casi nunca la cita cuando se acuerda de otras actrices con menor capacidad para abordar retratos sólidos y con un mínimo de seducción. Este es uno de esos filmes que juegan con la etiqueta de lo simpático para pervertir lo que llevan dentro. Por eso la cinta tan pronto se pone en modo encantador como inevitablemente cargante. Su sentido del humor, entre vulgar y zafio, busca el equívoco y nunca supera esa capa de superficialidad basada en el ‘debo gustar a todo el mundo’. La relación entre una sexagenaria oficinista y un joven persigue ese tono de experiencia que elude la hondura aunque precisamente su misión primordial sea la de abordar sin denuncia explícita lo superficial de las relaciones humanas actuales. Michael Showalter, creador de la serie ‘Wet Hot American Summer’, confronta lo afectivo con el escaparate inmediato, con las redes sociales, en una obra de herencia indie que se estanca en el tópico pese a arremeter contra la moda de la autoayuda. El conflicto generacional, el concepto de madurez, la marginación social de los mayores son cuestiones solapadas y subliminales que la película acaricia, más que toca. A veces el filme gana enteros sin querer. Sucede cuando retrata cómo bajo la capa de las etiquetas y lo ridículo asoma el amor saltándose todas las falacias. En esta comedia dramática, entre el recurso ternurista y el psicoanálisis de salón, subyacen las frustraciones y los deseos más lógicos. La protagonista de la olvidada ‘Norma Rae’ pone en marcha el motor de la empatía y ya no se detiene. Los matices son ocasionales y lo patético también tiene su sitio. Entre lo estrafalario y lo burocrático triunfa siempre la demostración de una actriz con todas las ganas de hacer de la interpretación una cruzada vital.