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Guillermo Balbona

Fuera de campo

¿Quién vigila al vigilante?

Jason Bourne

EE UU. 2016. 123 m.  ‘Thriller’.

Director: Paul Greengrass.

Intérpretes: Matt Damon, Alicia Vikander, Julia Stiles, Tommy Lee Jones, Vincent Cassel.|

Salas: Cinesa y Peñacastillo.

Ni las escenas inmersas en las calles de una Atenas (recreada en Tenerife) sumida en el caos, en un acto reflejo de pura actualidad convulsa. Ni la reflexión sobre la privacidad y la amenaza global de las redes sociales como abono agresivo para control masivo por parte de determinados poderes. Ni tampoco la ecuación lógica pero aquí inofensiva entre seguridad y libertad. Nada de lo política y discursivamente aparente logran dotar de sustancia a ‘Jason Bourne’. El filme es puro catálogo de acción química. Un patrón de cine de armar, montar y desmontar, ikea de acción y persecuciones, de viajes, idas y venidas, para un personaje acartonado que parece varado en su propia falta de vida. A falta de pan buenas son tortas. Y aquí todo se suple con peleas muy físicas y sonoras, asesinatos, francotiradores obsesivos, muertes y más muertes, mientras a Paul Greengrass se le va la fuerza por la boca de la cámara sin que veamos un asidero de personalidad visual al que aferrarse. La zona oscura del personaje, tras casi una década, una trilogía y un spin off, se ha vuelto sencillamente zona cero. El personaje que apenas habla durante el filme se ha transformado en un juguete roto que el cineasta de ‘Domingo sangriento’ maneja a su antojo, zarandeado por tópicos y deja vu, esos trayectos del personaje de la era post Snowden. El territorio tendente a dibujar la identidad de Bourne es un damero de pantallas, documentos virtuales, combates entre ordenadores e informes confidenciales que pasan de mano en mano con facilidad pasmosa y una vuelta de tuerca por insistencia a esa cruda realidad de una sociedad hipervigilada y retransmitida en directo desde cualquier satélite a la pantalla de un móvil que en su segunda aplicación ya ha caducado. Bajo esta capa superficial, como una crema para aliviar la falta de un guión  consistente, sólo está Matt Damon intentando defender el fuerte y una hermosa, pero un tanto hierática, Alicia Vikander justifican un contrapunto. Lo demás es demasiado sabido y resabiado. Ruido, cámara al hombro, nerviosa, y persecuciones exprimidas hasta el colmo de la espectacularidad (caso de ese duelo entre un furgón policial y un vehículo por las calles de Las Vegas). A cambio, el renovado héroe trágico ha perdido peso y se ha vuelto una marioneta  que recibe golpes de un lado a otro de la sofisticada tecnología del espionaje del siglo XXI. Todo es ‘made in Bourne’ pero sin signos de regeneración ni de invención. El cine mayor es tan escurridizo como el personaje viajero que huye una y otra vez, que aparece y desaparece para justificar una escena perfeccionista de acción y fuga como las que suceden en la convulsa capital griega. Lo demás es lo conocido y quizás, por muchos fieles, esperado. El tándem Greengrass /Damon rueda de memoria y no hay fisuras pero tampoco resquicios para el entusiasmo. La adrenalina y la cibernética son los auténticos motores de un guión gripado que funciona por inercia, vigilado por la cámara global de un cine de consumo tan rápido y fácilmente prescindible como un mensaje de texto.

Guillermo Balbona comenta la actualidad cinematográfica y los estrenos de la semana

Sobre el autor

Bilbao (1962). Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense. Ser periodista no es una profesión, sino una condición. Y siempre un oficio sobre lo cotidiano. Cambia el formato pero la perspectiva es la misma: contar historias.


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