Premonición
2015 Estados Unidos
Director: Afonso Poyart.
Reparto: Anthony Hopkins, Colin Farrell, Jeffrey Dean Morgan, Abbie Cornish, Xander Berkeley.
Género: Thriller | Salas: Cinesa y Peñacastillo
Aquí sólo el guionista parece participar del lío mayúsculo que se monta entre asesinatos en serie, eutanasia, enigmas y videncias que parecen evidencias. Lo verdaderamente paranormal es la construcción de un enredo con el pasado como estrella de pasarela temporal y con profusión de claroscuros efectistas. Atrapados en una tela de araña endeble y algo jocosa, por artificial y falta de consistencia, ‘Premonición’ (en realidad ‘Solace’) invita poco a adentrarse en un misterioso juego de justicia poética en torno a la muerte, el dolor y la enfermedad que al director brasileño Afonso Poyart le queda grande. A los bandazos y giros sobre sí misma hay que sumar el empeño por convertir a los personajes que encarna Anthony Hopkins, aquí omnipresente, en una prótesis revivida de su Hannibal Lecter en ‘El silencio de los corderos’. Es ese perfil absorto y ensimismado, en este caso melancólico, hurgando en las entrañas propias y ajenas. Sin nada que llevarse a la boca el actor parece encantado con dejarse llevar por un director que exprime hasta la vergüenza el recuerdo del filme de Jonathan Demme y la presencia física del intérprete para jugar a falsas asociaciones de ideas. Filme inmerso en el sopor de la reiteración, ‘Premonición’ es monótono y monocorde, se guarda para el tramo final la aparición del otro actor estrella, un Colin Farrell en horas bajas, mientras el argumento deambula entre el efectismo y la pompa de jabón. Tan solo la mirada de la hermosa actriz Abbie Cornish logra poner algo de mesura entre tanto caprichoso desorden. Entre lo morboso y lo sombrío, con ‘Seven’ tatuado en la frente del casi desconocido cineasta brasileño, en esta su primera incursión en Hollywood, todo resulta recargado y falsamente barroco. El arranque prometedor se ve envuelto en un pastiche visualmente desbordado de referentes, indefinido más que complejo, y atrapado en el tedio más absoluto. El guionista, vidente con su propio enredo, pretende jugar con el espectador que hace mucho quedó abandonado a su suerte entre un despliegue visual curioso y, paradójicamente, ensordecedor y un vacío de atmósferas rotundo. Ni como secuela de ‘Seven’ ni como dilema moral funciona este palimpsesto forzado y desdibujado. En ese sentido, el filme tiene algo de fraude, de desconcertante y cansina vuelta de tuerca a territorios trillados y demasiadas veces sembrados, mientras el espectador fatigado se convierte en vidente y anticipa todo lo que ya sabemos que va a suceder. Un baño sobrenatural para mojare los pies en una cartelera entregada a la canícula, repleta de banderas rojas, espejismos redundantes y espejos rotos.