Esperando al rey
Alemania/EE UU/Reino Unido/Francia. 2016. 98 m. (12). Drama.
Director: Tom Tykwer.
Intérpretes: Tom Hanks, Tom Skerritt, Sarita Choudhury, Tracey Fairaway, Jay Abdo, Jane Perry.
Salas: Cinesa y Peñacastillo
De cómo una deslocalización existencial se asocia con una empresarial. Hay algo de ‘Lost in traslation’ en este sutil, inteligente, a veces suavemente convencional, amable y ligero retrato de hombre desorientado viajando a la infinita nada. ‘Esperando al rey’, un no demasiado afortunado título para etiquetar el filme de Tom Tykwer funde el nuevo bandazo de un cineasta que no acaba de desprenderse de su condición de rara avis, un actor inmenso que aquí se calza y lleva a su terreno los paisajes vitales de los personajes de Frank Capra y un personaje que tan pronto se revela patético como demoledor en su búsqueda de redención. Sin sobresaltos la cinta del director de ‘Corre, Lola, corre’ deja que fluya el retrato de un presente de incertidumbres a través de una figura que acapara el viaje exterior, con su choque cultural, y el trayecto de exilio interior que vive este empleado de multinacional dispuesto a hacer la venta de su vida. Tykwer firma unas transiciones inteligentes de la comedia al drama sin catarsis ni acontecimientos gratuitos. ‘Esperando al rey’ se instala en la metáfora del desierto de la vida, con sus espejismos, sus perspectivas sin final o meta y sus falsos oasis. El holograma, objeto de venta, y el bulto del personaje simbolizan la virtualidad de una vida, la atmósfera vaporosa de un hombre que ha perdido sus referentes y la carga del pasado. Una historia que roza el esperpento pero que bajo la hilaridad kafkiana y en ocasiones esperpéntica que proporciona el escenario, se destila todo un hondo pozo de amargura. Tom Hanks arrastra las dudas del director y las convierte en matices en otra de esas interpretaciones en las que vuelve a traducir lo complejo en una lección de sencillez. A partir de la novela de Dave Eggers, el filme va desprendiendo toda esa miscelánea de economía global, intercultural, las culturas adoptadas como franquicias de la globalización, los tópicos y las apariencias, en un ordenado caos, o en un desordenado y árido viaje hacia ninguna parte. Hanks subraya el lado iniciático, apela al espíritu de las segundas oportunidades y levanta con energía el filme cuando parecía condenado al fracaso. Este casero ‘esperando a Godot’, muy cerca de ‘La pesca del salmón en Yemen’, tiene algo más importante que wifi y es que desprende empatía, que es la red social más importante y eficaz del mundo. El cineasta de ‘El atlas de las nubes’ equilibra entre algunos gags forzados, –el de la reiteración con la silla el menos logrado– y la sensación de cierto fatalismo y desesperación, una parábola sobre la perplejidad y la dificultad de estar en un mundo que deja de ser reconocible. Dispersa y, a menudo, muy leve, sin embargo es una obra que empapa más que fascina, mientras deja un rastro de fascinante incomodidad.