X-Men: Apocalipsis
2016 143 min. Estados Unidos
Director: Bryan Singer
Reparto: James McAvoy, Michael Fassbender, Jennifer Lawrence, Nicholas Hoult, Oscar Isaac, Rose Byrne, Evan Peters, Sophie Turner.
Género: Cómic
Salas: Cinesa y Peñacastillo.
Magneto se lo monta de malo. Los trasvases entre personajes con problemas de ciencia, conflictos con el pasado y ataques de identidad continúan como en casi toda la Marvel exprimida en pantalla. Bryan Singer, maestro de ceremonias de la saga, trata de poner un orden caótico a la manada de mutantes muy humanos y le salen humanos robotizados. Definitivamente ya no se distingue el lado oscuro. La apelación al apocalipsisis en esta nueva entrega permite ser generosos con los efectos, agitar el metraje, conceder minutos de protagonismo hasta el apuntador y generar un centrifugado de superpoderes, héroes, manierismo efectista y exuberancia digital hasta el punto que todo adquiere la impresión de estar en el espectáculo que preludia la Super Bowl. Ahora que Donald Trump se postula como el mutante más poderoso, al Profesor X, Mística y compañía les entran las dudas. ‘X-Men’, con apocalipsis o sin él, es una franquicia gastada y desgastada que ha perdido sentido del humor y cuya coherencia se fundamenta en este regreso que cierra un segundo ciclo en un festival de efectos especiales con mucho músculo. En un guiño cinéfilo Singer, que ha cedido mucho en su capacidad de sorpresa, ironiza sobre la calidad de las terceras partes a propósito de ‘La guerra de las galaxias’. Mientras, se suceden los universos paralelos y ‘crossovers’, todo aderezado con mucho tormento finalista, drama fantástico y golpes de acción interminables. Sólo la secuencia del veloz Mercurio en un rescate pasado de vueltas en la escuela mutante permite hablar de equilibrado atractivo. El cineasta de ‘Sospechosos habituales’ subraya la condición maldita de unas criaturas diferentes tan necesitadas como rechazadas. En ese juego de magnetismo y repulsión reside la apuesta de esta X-Men, que como sucede con Capitán América reserva todas sus energías para una batalla explosiva y desmesurada, también algo cansina. Adrenalina a raudales, cambios de registro pero todo asoma grave pero sin trascendencia, como si nos fuesen a anunciar el prototipo de un último modelo de vehículo de alta gama y nunca traspasáramos el escaparate. La repetición empieza a ser el verdadero reboot de esta saga ahora excesiva, referencial, plena de autocitas, en muchas ocasiones sólo apta para devotos. El resto es monotonía envuelta en celofán visual enérgico, acumulativo, con cierta confusión y pesadez. El festival de superpoderes un tanto cargante está canalizado a través de un viaje en el tiempo en el que exudan algunas connotaciones melodramáticas, más como excusa que como aliento. Todo es destrucción en una entrega que parece abrir la espita de una despedida nuclear barajando escenarios y tiempos históricos como quien juega a los dados a la espera de la azarosa luz final.