Alicia a través del espejo
EE UU. 2016. 113 m. (TP). Fantástica. Director: James Bobin. Intérpretes: Mia Wasikowska, Johnny Depp, Helena Bonham Carter, Anne Hathaway, Sacha Baron Cohen, Michael Sheen, Alan Rickman, Stephen Fry. Salas: Cinesa y Peñacastillo.
La desmesura y la miscelánea barroca, incluso algo kitsch, no garantiza ser más Carroll. Hay muchas Alicias pero no todas están en este bebedizo pop, agitado y algo delirante imaginario. Sin pausa, incesante, volcánica en lo visual pero exenta de emoción, esta Alicia se mira en el espejo y pierde su definición al desbordarse en una sucesión de efectos con más pose que poso, con vocación de inundación visual pero sin un reflejo inspirado que aporte serenidad al juego, al viaje y a la metáfora de una historia universal, patrimonio de los sueños y de la ficción.
Sin Tim Burton al timón y descendiendo a un retorcido océano infográfico, a una marejada de artificio, James Bobin confunde psicodelia con delirio, abruma sí, aunque a medida que avanza la historia se vuelve más vacío y desnaturalizado. Antes del espejo casi se halla lo mejor de este trayecto en busca de una identidad que ya existía. Una Alicia rebelde, feminista, enfrentada a la encorsetada sociedad victoriana y a sus convenciones y normas donde la mujer solo tiene un papel decorativo. Paradójicamente es ahí donde el filme encuentra su atisbo de personalidad que enseguida pierde en su empeño de acumulación de una fantasía afectada que busca apabullar, pero nunca comunicar y justificar su enésimo paso al otro lado.
Más cerca del parque temático y la barraca digital sólo se revela autenticidad cuando triunfan la palabra y los juegos verbales, el ingenio de los diálogos que remiten al material puro de Lewis Carroll. Todo suena a mero desfile de ilustración, a alocado y colorista álbum de viñetas mal barajadas, ahogadas en una aventura estrujada y exprimida, falta de medida y de tempo, habitada por el exceso y bastante confusa. Con Burton en la sombra ejerciendo de productor y un discípulo entregado a su causa como es Bobbin, responsable de realizaciones televisivas y de la saga de ‘los Muppets’, esta falsa segunda entrega de la Alicia burtoniana es un caramelo que se traga sin desenvolver. Centrado en no traicionar el rastro dejado por el cineasta de ‘Eduardo Manostijeras’, ni siquiera se le saca partido a esa atractiva lucha contra el tiempo en el que convierte el núcleo de la ficción y que hasta el propio metraje del filme desmiente.
El excesivo protagonismo del Sombrerero, es decir, de un Johnny Depp en clave máscara histriónica y payaso triste, también es una opción estética discutible aunque por supuesto siempre acaba triunfando la universalidad del personaje y su simbolismo interpretativo y metafórico en la cultura popular. La paradoja y la duda, profusas y atractivas esencias del territorio Carroll, pasan a ser aquí secundarios testimonios de una proactiva Alicia (el duelo Mia Wasikowska y Sacha Baron Cohen es lo mejor de este bebedizo sin analgésico emocional), subordinada a un canto familiar a este y al otro lado del espejo. Hay un caos mal entendido en este viaje low cost alucinado y alucinógeno que tiene en el homenaje a la psicodelia su principal baza.