Agente contrainteligente
EE UU. 2016. 83 m. (16). Comedia. Director: Louis Leterrier. Intérpretes: Sacha Baron Cohen, Mark Strong, Rebel Wilson, Penélope Cruz, Isla Fisher, Ian McShane. | Salas: Cinesa y Peñacastillo.
Aquí no cabe hablar de excesos porque todo es una hipérbole gamberra, escatológica y extrema. Lo soez y vulgar elevado a un trono de cine hooligan envuelto en una especie de delirio cerdote. Más insustancial que provocadora esta parodia del cine de espías y agentes secretos –a su lado la serie del superagente 86 es una pieza magistral– el retorcido reencuentro de dos hermanos antagónicos a los que une un destino caótico, resulta una ficción cómica mediatizada por ese gamberrismo superficial en el que Sacha Baron Cohen se regodea y campa a sus anchas. No hay límite. Lo mismo vale una lluvia seminal de elefantes que la sátira gruesa social utilizando a la clase obrera británica en una combinación de pub, barriga, fish & chips, cerveza caliente y griterío machista. Lejos de ‘Borat’ y de las coartadas documentales, al hacer uso de la ficción pura, el actor se inclina en ‘Agente contrainteligente’ por la acción y el humor con tal carga de explosivos horteras, bastos, burdos y chabacanos, que su encarnación del hermano patán, zafio, pedestre y tosco resulta casi inane por acumulación. La conspiración internacional paranoica, el fútbol como fácil factor de manipulación globalizadora, el aparente thriller de espionaje, es la miscelánea que alimenta la cinta de Louis Leterrier, cineasta de ‘El increíble Hulk’ y de ‘Transporter 2’, maquillada de esa pátina de género, a modo de mera excusa, para solapar sketches hasta lo cansino. Si el objetivo de este ordinario paquete era el salvajismo, hasta lograr firmar la comedia más repulsiva del año, se ha logrado acercar bastante a la meta. Baron Cohen busca hacia el final redimir su pasarela de groserías apelando a un mensaje social, reivindicativo, tan necesario como panfletario y muy tosco. Que Sacha Baron Cohen, como se especuló, pudiera hacerse cargo del remake anglosajón del ‘Torrente’ de Santiago Segura no sería nada epatante, pero lo cierto es que el personaje y la propia saga del actor/director español es una clase de elegancia y alta costura en comparación con ‘Agente contrainteligente’, definitivamente una fiesta cervecera y procaz que convierte las convenciones en campo minado. A veces excéntrica, otras delirante y demencial, la chifladura paródica por muy retorcida que sea no garantiza que la comicidad sea certera, ni siquiera eficaz. Con algo más de equilibrio el sano ejercicio de no dejar títere con cabeza hubiese alcanzado cotas más atractivas y eficaces porque el humor ácido casi siempre suele ser sinónimo de inteligencia. Sacha Baron arrastra consigo como un tsunami chabacano hasta el mismísimo Mark Strong, en el papel de hermano a su pesar, e inocula la pantalla con toda una explosión de fuegos artificiales, con cierta fjación por el semen, que no logra fecundar ni el suficiente ritmo ni poso al diluido guión.