Mustang
Francia. 2015. 97 m. (7). Drama.
Directora: Deniz Gamze Ergüven.
Intérpretes: Erol Afsin, Ilayda Akdogan, Doga Zeynep Doguslu, Elit Iscan, Ayberk Pekcan.
Salas: Cinesa y Peñacastillo.
Apenas unas miradas, los rostros contra el viento, varias elipsis y un diapasón constante que evita el localismo y el discurso fácil. ‘Mustang’ se sitúa al norte de Turquía pero el retrato de estas cinco hermanas adolescentes podría acontecer en muchas geografías lastradas por la falta de cultura donde la condición de mujer y el propio hecho de vivir están amenazados. Candidato al Oscar al mejor filme de habla no inglesa en la reciente ceremonia de Hollywood, es un sutil coro en femenino plural que mantiene una rigurosa e inteligente distancia para evitar, desde la sutileza, ese lado más obvio de la denuncia social. La debutante Deniz Gamze (entre los estrenos de la semana se asoman a la cartelera dos mujeres cineastas) toma el testigo de ‘Las vírgenes suicidas’ de Sofía Coppola, aunque con otro tono y registro cultural, y muestra el crecimiento contra la vida de sus jóvenes huérfanas. Frente al placer y lo paradisíaco, exenta de ese territorio iniciático de los descubrimientos, lo que prevalece es la represión, la dura moral, los encierros, las rejas, el ocultamiento, el miedo, las vidas públicas, íntimas y secretas en una permanente colisión. La directora afincada en Francia muestra esa descarnada contradicción sin ahondar en la desgarradura política, con una estética excesivamente publicitaria que provoca cierta frialdad y paradoja, pero siempre dentro de un relato eficaz. Es un filme impresionista de pinceladas, una casa de Bernarda Alba turca sin expresión de tragedia. Su sensibilidad reside en dotar de personalidad a los microepisodios que integran la historia y en forjar la consistencia de un retrato fragmentado, donde cuentan más los gestos, el estado emocional que los hechos. Buena parte del acierto del filme lo revela el reparto. Jóvenes debutantes que muestra un apego evidente por la cámara y crean una atmósfera especial, diferenciadora, con luz propia, de la que se sirve la cineasta para alumbrar los recovecos oscuros, los resquicios de una realidad negra que convierte la vida en nocturnidad. Entre la claustrofobia moral y la sociedad castrante, ‘Mustang’ se cuela como la metáfora de un motor que sea capaz de recorrer un trayecto libre, de una huida quizás fugaz pero necesaria. La cinta deposita su mejor identidad en esa poesía desmayada que escancia la burbuja femenina de complicidad –escapadas, confidencias, códigos propios– frente al mundo agreste. Es en ese estado poético interior que envuelve a las jóvenes donde el filme alza su bandera de sensibilidad que ondea mostrando la carnalidad y el canto vital frente a la represión y la demonización de los cuerpos, de la propia vida.