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Guillermo Balbona

Fuera de campo

Testosterona militarista

13 horas: los soldados secretos de bengasi

  EE UU. 2016. 144 m. (16). ‘Thriller’.

Director: Michael Bay.

Intérpretes: James Badge Dale, John Krasinski, David Denman, Pablo Schreiber, Max Martini, Freddie Stroma.

Salas: Cinesa y Peñacastillo

Michael Bay dispone todo su arsenal ideológico y cinematográfico y dispara hasta al apuntador. Donald  Trump debe excitarse cada mañana con los fragmentos de la maquinaria pesada de ‘13 horas’, una crónica bélica, también política, salpicada de denuncias, sembrada por sospechas y directa en su combativo discurso contra la Administración Obama. Este particular ‘Black Hawk derribado’, Alamo libio de embajada y sucursal de servicios secretos, reconstruye con todo el efectismo armamentístico posible y el derrame de adrenalina habitual del cineasta de ‘Pearl Harbor’, el episodio del otro 11-S, el de 2012, aniversario de los ataques terroristas a las Torres Gemelas, cuando un grupo de milicianos islamistas atentaron contra el consulado estadounidense y un ‘anexo’ cercano de la CIA en Bengasi. El punto de vista del filme fija el foco en los seis miembros de Operaciones Especiales de Estados Unidos enviados para rescatar a los supervivientes. Bay lo tiene claro: contundencia, golpes de efecto, jubiloso despliegue hipertecnológico, montaje acelerado e intensidad a costa de cualquier sutileza. Ver cinco minutos de película del director de la saga ‘Transformers’ es como asistir a una traca fallera o leer los titulares de un tabloide sensacionalista británico. Todo es desmesura y grandilocuencia. En este caso adquiere el formato de thriller de acción, eficaces actores/soldados entregados a la causa y una sucesión de coreografías militaristas impactantes, muy físicas y que dibujan todo un decorado de barraca. El cineasta mezcla con rumboso atrevimiento un cóctel de ruido y furia, confusión y crisis histórica mediante una caligrafía nerviosa y cierto histerismo para acentuar la sensación de caos. Es un filme obsesivo que busca claramente su único objetivo: el panfleto, la arenga y el ataque político. Acción a raudales en una segunda parte de una cinta demasiado larga, como todo lo que hace Bay, y en la que los subrayados heroicos de palabra y obra le sirven para equilibrar los retratos brutos y la falta de sensibilidad dramática. Testosterona militarista e intervencionista, héroes de cartón y mucha hipérbole. Resistencia épica tras las barras y estrellas, todo entre picados, orquesta de balas y una cansina sensación de deja vu. Dos horas y media de propaganda bombardeada en las salas de toda Europa. La hermandad Bay, como una secta en la que confluyen patriotismo, bandera y familia, se fortalece a través del trazo grueso en un festival de hombres blancos, duros y de ojos azules que matan como hablan. La última imagen, un reverso de los finales de Spielberg, no tiene precio. Vamos, como siempre.

Guillermo Balbona comenta la actualidad cinematográfica y los estrenos de la semana

Sobre el autor

Bilbao (1962). Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense. Ser periodista no es una profesión, sino una condición. Y siempre un oficio sobre lo cotidiano. Cambia el formato pero la perspectiva es la misma: contar historias.


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