La juventud
Italia/Francia/Reino Unido. 2015. 118 m. (12 ).
Drama.
Director: Paolo Sorrentino.
Intérpretes: Michael Caine, Harvey Keitel, Rachel Weisz, Paul Dano, Jane Fonda.
Salas: Cinesa y Peñacastillo
Otra belleza recorre el regreso de Sorrentino. Un catalogo de imágenes fascinantes donde conviven el arriesgado equilibrio de caer en cierto esteticismo vacuo y varios destellos de genialidad. ‘Youth’, juventud, podría ser un relato cruzado entre Kundera y Calvino, y un imaginario mestizo entre el Visconti de ‘Muerte en Venecia’, el Fellini de ‘Ocho y medio’ y el Bertolucci de ‘Belleza robada’. Todo entre decadencia y chispazos, mucha sabia ironía y varios estiletes agudos clavados en la diana de la sociedad del espectáculo, la banalidad y la superficialidad. «Somos figuración», dice uno de los habitantes del balneario suizo en el que discurre este cuento de personajes desfallecidos, ilusionados, que se asoman a la juventud pero también a la muerte. Un filme a veces tan vital como amargo. Una profunda melancolía, el estado más coherente que define este arranque del siglo XXI, se apodera de las imágenes de este retrato de decadencia, donde las criaturas admiten su derrota frente a la fuga de vida, y se dicen con silencios, renuncias y redenciones que nadie sabe nada. Dos octogenarios, uno desde la contemplación y la apatía formal, el otro empeñado en encauzar su testamento artístico emocional, constituyen los guías de esta visita a un espacio donde el mundo parece detenido, absorto en su ignorancia, sumido en una suspendida interrogante. Hay paisajes presentes y paraísos perdidos, señales iniciáticas y desamores, dilemas heredados y metáforas, simetrías y opuestos. Una escena simboliza el espíritu de Sorrentino: un personaje mira alrededor su decadencia y su esperanza con los prismáticos al revés. Al borde de la piscina, que es como decir al borde del mundo, se solapan lo esperpéntico y lo hermoso, lo surreal y lo onírico, lo cotidiano y el deja vu. El error es que el espectador acuda a la sala haciendo comparaciones o buscando ‘La gran belleza’. ‘Juventud’ ya estaba contenida en aquella. Lo sublime y lo ridículo colisionan y se abrazan en lo que se ve y en cómo se cuenta. Intensidad y tristeza, universo felliniano pero también Sorrentino en estado puro, elevándose o pegado a su textura como marca. Como una pompa de agua y el masaje sobre la piel de los protagonistas, deseo y realidad combaten hasta diluirse en el tiempo. Un filme hermoso, cruzado por una herida, entre la contemplación, el paso del tiempo y la fugacidad. A veces está vacío, otras destila plenitud, en ocasiones rezuma el aire del pasado y en otras tantas se asoma al futuro; como el cine, como la mirada sobre el mundo, como la vida.