El secreto está en una buena brasa y en una carne de calidad, sin duda. Y ¡¡¡cómo no!!!, en el punto de sal y el cariño del ‘parrillero’. Vuelta y vuelta, al punto, un poco crudita por dentro. Casi la estoy oliendo desde la pantalla del ordenador. La carne: los filetes, solomillos, chuletas…, se fríen, generalmente, mucho y mal. Con ajo, con sal gorda o fina, pero siempre con el punto de cocción por encima de la media.
En Cantabria somos muy de parrilladas de carnes variadas: chorizo criollo, hamburguesas, panceta, morcilla, pollo, ternera, morcillas… etc. Habituales en nuestras casas del pueblo y menos en los restaurantes más cercanos. Yo, cuando me pongo manos a la obra, voy a la Carnicería Javier, en la calle Guevara de Santander, donde hacen unos lotes de barbacoa estupendos y a buen precio. Una cocina portátil y un balcón son el plan perfecto para la ciudad. Estas cocinas, con recambios de gas en casi todas las grandes superficies comerciales, son un invento extraordinario. Son súperbaratas, fáciles de manejar y vienen en un maletín para su transporte. Y te resuelven cualquier compromiso al aire libre. Yo me he atrevido ha hacer sardinas a la plancha en la mini-terraza de mi casa. Vivo en el último piso y el humo se fue para las estrellas. Allí se quedó el olor del pescado azul, durmiendo entre ellas.