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Diego Ruiz

El Economato

Rumbo al Sur

Quizás sea el azul de su cielo, tan distinto a este nuestro gris de casi todos los días, o el calor, o la gentileza de sus gentes. O tal vez esa atracción magnética de viajar al otro extremo de donde estamos asentados prácticamente todo el año. También por la herencia indirecta y las aventuras que nos dejaron los ‘chicucos’ en la otra punta del mapa o la hazaña de los marinos cántabros capitaneados por Ramón de Bonifaz que en 1248 reconquistaron Sevilla. Qué se yo, o igual simplemente por su rica gastronomía. La cosa es que a los cántabros nos va mucho Cádiz y su provincia. A mí, y eso que soy más esquila que camarón, me gusta esta provincia andaluza a la que viajo cada vez que puedo y el bolsillo me lo permite. Y últimamente el coche, cada vez con más años y más kilómetros. Pero, eso sí, sin apenas achaques. Un día un mecánico me dijo que los automóviles de la marca del mío “nunca se rompen”. La verdad es que va muy bien por la carretera, pero cada vez es más incómodo, comparándolo sobre todo con los que se anuncian en la tele todos los días, con tanto lujo y tanta cosa. Hasta ahora mi utilitario llevaba en el salpicadero un radio-cassette que dejó de funcionar hace unos años y que ni en la central de la casa pudieron encontrar un recambio. Ni en la casa ni en ningún desguace.
A pesar de todo, cada septiembre cargo el maletero, tumbona incluida, y me hago, con parada en Salamanca para ir a los toros, 970 kilómetros, la distancia que separa mi calle de Conil de la Frontera. Es en esta localidad gaditana donde realmente desconecto en vacaciones, donde disfruto de la playa casi tanto como en Trengandín, de sus paisajes, del paseo y de una gastronomía distinta, tan rica como la nuestra.
Hay en este municipio, gobernado desde hace muchos años con acierto por IU, cuatro lugares donde merece la pena sentarse sin prisas y pedir algunas de las especialidades de la gastronomía conilense. Uno de ellos es ‘El Capricho’, en la calle José Velarde, al comienzo de la zona de más ambiente. Tortillitas de camarón, salmonetes a la plancha, brochetas de atún, pescaito frito… Todo magnífico y a buenos precios. Mucho más caro, pero con una calidad extraordinaria, es La Fontanilla, en la Avenida de la Playa. El tratamiento del atún rojo aquí es formidable. Y Feduchy, a la entrada de Conil, distinto y elegante, con una amplia carta de vinos. Siempre de moda el Mejorana, en la calle Cádiz, tanto el restaurante original, como La Azotea, unos metros enfrente. No perderse el menú a base de atún rojo.

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Sobre el autor

Santander 1960. Universidad de Cantabria. Sección de Deportes, Cantabria en la Mesa y, a veces, algo de toros. En la redacción de EL DIARIO MONTAÑÉS desde 1984 pasando por casi todas las secciones.


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