A Íñigo de la Serna habrá que montarle un despacho permanente en la Delegación del Gobierno de la avenida de Calvo Sotelo, a medio camino entre la sede del Ejecutivo en Puertochico y el Ayuntamiento, ironizan tanto sus partidarios como sus enemigos, al parecer asombrados por la continua presencia del nuevo ministro en su tierra. En las cinco semanas transcurridas desde que fue nombrado, De la Serna ha venido tres veces para participar en actos oficiales y tiene prevista una cuarta en los próximos días. Con una cartera tan potente que gestionar por tierra, mar y aire, el titular de Fomento encuentra tiempo para atender la política doméstica en todos los frentes. Para acercar a Revilla el sueño del tren de altas prestaciones con Madrid, para guiar los primeros pasos de su sucesora en la Alcaldía, para poner de los nervios al PSOE, para sembrar de inquietud el futuro del PP.
Miguel Ángel Revilla está encantado, claro, de la oportunidad que se le presenta para ‘engrasar’ con el ministro algunos de sus principales proyectos: el tren rápido en primer lugar, pero también la mejora del Desfiladero de la Hermida y otros viales, el eje logístico Santander-Torrelavega y el puerto, e incluso algún otro asunto que no depende de Fomento, pero en el que la intercesión del ministro puede ser trascendental en Madrid y en Cantabria.
Revilla bromea con los suyos sobre su conocida querencia a ‘hacer la pelota’ al poder en Madrid, ayer al PSOE, hoy al PP. Mucho más ahora que cree haber constatado la firme disposición del ministro cántabro a ‘barrer para casa’ todo lo que pueda, acaso con la idea de rentabilizar esa gestión positiva en las elecciones de 2019.
La buena voluntad del ministro no sale gratis, se trata de ‘cambiar cromos’. Revilla ya ha removido el obstáculo legal que, a instancias del PRC, impedía la construcción de los diques de La Magdalena y ahora trata de hacer lo propio para mitigar el impacto de la sentencia del Supremo que anula el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de Santander.
Pero eso son palabras mayores. En ese territorio es el PSOE el que tiene la sartén por el mango y no está dispuesto a hacer concesiones. Es más, los socialistas se temen que el diálogo sobre el PGOU anulado con De la Serna y con el Ayuntamiento de Santander puede abrir otro frente de conflicto en la cohesión del bipartito, que no pasa por sus mejores momentos como ha quedado patente en la negociación presupuestaria o en el debate de la ley del suelo.
La vicepresidenta socialista Eva Díaz Tezanos le ha dicho suavemente a la alcaldesa popular Gema Igual que el Gobierno pondrá «voluntad para abordar el PGOU dentro de la legalidad». La traducción más fidedigna de esas buenas palabras sería: que es el PSOE el que controla y tiene la firma en el área urbanística, que le va a aplicar estrictamente el reglamento –o sea, que se ponga en lo peor– y que además le cabrea mucho que el PRC, por ejemplo el consejero José María Mazón, ande moviendo papeles en favor de los intereses del Ayuntamiento en este espinoso asunto del PGOU.
Al PSOE no le hace feliz que De la Serna se prodigue tanto en Cantabria. Frialdad y distancia. Ni hubo presencia socialista en el encuentro del ministro con Revilla, presidente de un Gobierno en el que participa, ni la alcaldesa de Camargo, Esther Bolado, acudió al acto del inicio de las obras de la pasarela ciclista, ni el regidor de Torrelavega, José Manuel Cruz Viadero, que publicita en las redes todo lo que ocurre en la ciudad, hizo mención alguna de la presencia del ministro en la Escuela de Minas. Como para echarle una mano en Santander, precisamente donde el PSOE enfrenta el desafío de su recuperación como partido.
En el PP también observan con atención e inquietud la presencia continuada de Íñigo de la Serna en la política cántabra, que incluye el despacho cotidiano con su sucesora en el Ayuntamiento. La cúpula del partido confió primero en que fuera José María Lassalle, más afín al oficialismo, quien ascendiera al Consejo de Ministros. Y después, que al nombrado De la Serna las muchas obligaciones del cargo no le dejaran tiempo para los asuntos de la región. De momento no ha sido así.
Es un momento crucial para el futuro del partido. En febrero se celebrará el congreso nacional en el que Mariano Rajoy será reelegido, con lo cual el congreso de Cantabria será normalmente dos meses después. La cúpula del partido ha comenzado a agitar a las tropas y ya nadie duda de que Ignacio Diego se propone seguir al mando con el apoyo de sus fieles. Tampoco faltan quienes juzgan imprescindible una renovación, aunque ese sector no tiene un liderazgo visible… todavía. El versátil Íñigo de la Serna no va a dar personalmente esa batalla, pero ahora disfruta de una alta posición para mover los hilos.