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La maleza y las barreras humanas interrumpen la senda del antiguo Santander-Mediterráneo entre estas dos estaciones
El recorrido de 12,3 kilómetros que atraviesa Medina de Pomar incluye dos puentes volados sobre los ríos Nela y Trueba
El antiguo trazado del Santander-Mediterráneo entre Horna-Villarcayo y Moneo no es una ruta recomendable para practicar senderismo, ya que la maleza ha engullido la caja de la vía en algunos tramos y los ganaderos han colocado barreras difíciles de sortear en varios puntos del recorrido. En este trayecto de 12,3 kilómetros, seguir la línea ferroviaria es pura cabezonería y si hemos perseverado en el propósito ha sido porque, una vez metidos en harina, daba mucha más pereza dar marcha atrás y volver a pasar por los obstáculos superados que tirar hacia delante con la esperanza de que se despejara el camino, como ocurre en memorables trechos. Después de la accidentada caminata, nuestras piernas, al aire por los rigores del verano, están tan rayadas como si una manada de gatos salvajes se hubiera cebado con ellas. Espoleados por una primavera diluviana, zarzas, jaros y hierbajos han invadido el desmantelado camino de hierro.
El punto de partida es la estación de Horna-Villarcayo, situada en el punto kilométrico (PK) 345,6 de la línea del Santander-Mediterráneo, clausurada el 1 de enero de 1985. Como el ferrocarril comenzó a construirse desde Calatayud hacia Santander, seguiremos el kilometraje en sentido inverso y descendente hasta llegar al PK 333,3, en la estación o apartadero de Moneo. En los andenes de Villarcayo aprovechamos para observar con más detalle la vieja máquina Mikado que sigue varada en las vías, los dos depósitos gemelos que surtían de agua a los tranvías a vapor, el esqueleto metálico de un antiguo almacén de locomotoras y la gran plancha giratoria que servía para cambiarlas de dirección.
A la salida de la estación, cruzamos la carretera CL-629 Burgos-Bilbao (en la calle Zamora de Villarcayo), donde ha desaparecido el antiguo paso a nivel (PN) del PK 345,3. La caja de la vía está impracticable en el inicio de esta larga recta por la invasión de matorrales y tomamos un camino paralelo, a la izquierda, hasta que, unos metros más allá, podemos retornar a la explanación ferroviaria.
Alambres y barras
Después del PN del camino al Polígono Industrial de las Merindades, en el PK 344,9, comienza una carrera de obstáculos por las continuas barreras que han colocado los dueños de ganado y los propietarios de fincas para impedir el paso de reses y de personas. Unas veces son barras metálicas, otras hilos de pita, alambres de espino o una enrevesada mezcla de hierros y cuerdas sin ningún tipo de puerta. En ocasiones son simples troncos de árboles cruzados en el camino. Llegamos a una explotación caprina, en el PK 344,5 y también aquí la ruta está interrumpida por un cercado de alambres. Jóvenes cabras de piel marrón brillante pastan entre fardos de paja, a la derecha, y salen en estampida hacia las naves de la granja, en el PK 344,4.
El sendero se vuelve intrincado hasta que, después del PN del camino de Andino a Villalaín, en el PK 343,8, la maleza nos expulsa de la traza ferroviaria. Avanzamos por una pista situada a la izquierda, pero pronto se separa de la antigua vía y perdemos su rastro. Acabamos ante un gran campo de girasoles. Vemos al fondo una hilera de árboles y vamos hacia allí, por si bordearan la línea del Santander-Mediterráneo. Atravesamos la plantación de girasoles de extremo a extremo. La fila de troncos no flanquea la vía, pero, paralela a ella y sobre un largo talud, descubrimos una cenefa de piedras. Es el balasto de la antigua vía. Conseguimos subir y acceder a la desmantelada línea ferroviaria, pero la vegetación impide seguirla. Cruzamos hasta un camino que discurre en paralelo por la derecha y seguimos la ruta, que aquí atraviesa varios cotos de caza, sin perder de vista la grava ferroviaria como referencia.
El tramo de las trincheras
Tras alcanzar el paso a nivel del camino a Santa Cruz, en el inicio del PK 342,9, ya podemos retomar la explanación del Santander-Mediterráneo, que aparece despejada, en una prolongada recta por la que avanzamos entre campos de trigo y de girasol y grandes praderas de siega. Desde aquí disfrutaremos de al menos tres kilómetros de razonable paseo. Llegamos al PN del camino a Bisjueces, en el PK 342,4. Y continuamos en otra larga recta.
En el PK 341, la senda del S-M se interna entre taludes que guardan la humedad del suelo, donde se han formado charcos y barro. Una nube de mariposillas blancas recorre el tramo en ambos sentidos una y otra vez. Cruzamos bajo un puente, el del paso superior del camino de Santa Cruz que enlaza Andino con La Aldea.
En el PK 340, comienza una sucesión de pequeñas trincheras. Las cinco se excavaron para salvar colinas de roca y arena y, precisamente por su constitución arenosa, los muros de contención están semiderruidos en todas ellas y hay desprendimientos. Esta parte de la primitiva vía atraviesa campos de siega. En la tercera trinchera, han caído grandes rocas de color crema anaranjado que invaden la senda, pero queda un pequeño pasillo a la derecha. A continuación atravesamos el PN del camino de Carramedina.
Entre la tercera y la cuarta trinchera se ven, a mano derecha, campos de trigo que bajo el sol de agosto y tras la siega ofrecen una bonita alternancia de franjas ocres y doradas. Las tiras más oscuras las forman las espigas rasuradas y las más claras las componen los tallos relucientes que han quedado tendidos en lenguas paralelas. Después de la cuarta trinchera, arranca una recta y, después de la quinta, cruzamos el PN del camino de Villarías. A partir de aquí, el trazado empeora, mordido por la espesura. Avanzamos entre robles. Un ciervo cruza unos metros por delante. Más allá de los árboles, a la derecha, hay siembras de girasoles y de trigo.
Un puente singular
En esta zona boscosa y poco transitada aún pueden verse abundantes mariposas, todas pequeñas, pero con variedad en el color de sus alas. Las hay amarillas, naranjas, blancas, de color cerveza con puntitos negros, negras con bordes rojos, negras con pintas blancas… En el PK 339,5, cruzamos el PN del camino Paralacuesta. Y en el PK 338,9, encontramos un original puente volado sobre el río Nela, con gruesas bandas metálicas a ambos lados que hacen las veces de férreos pretiles. Arbustos y enredaderas engullen las traviesas a unos metros de la entrada, lo que impide disfrutar de la perspectiva completa de esta larga estructura. Como ocurre con muchos de estos pasos ferroviarios diseñados para que el tren circulara sobre las aguas, entre tablón y tablón media el vacío. No eran puentes pensados para el tránsito de personas o animales, sólo para el de máquinas que no tenían que hacer esfuerzo alguno por superar el vértigo.
A la salida del puente volado, cruzamos el PN del camino de las Granjas. A la izquierda se levantan las ruinas de la antigua casa del guarda del paso a nivel, de dos plantas y con chimenea. Carece de tejado. En la fachada principal, a la que se pega un árbol frutal, se conservan las típicas inscripciones numéricas alusivas al kilometraje, que en este caso marcan 338-894. En este punto, una señal del sendero de gran recorrido GR 186 indica 3 km a Medina de Pomar. Del paso a nivel salimos en larga recta, sobre un firme irregular con abundante balasto sin compactar. Andar se vuelve molesto.
Desde el PK 338,5, al fondo y a la izquierda, se divisa ya el castillo de Medina y el caserío que lo circunda. También a la izquierda dejamos el circuito El Vado para vehículos 4×4. Después de finalizar la recta, cruzamos el PN del camino de Pronillo. En el PK 337,7, a la derecha, llama la atención una vivienda nave con reminiscencias de castillo. En cada esquina tiene una estrecha torrecita rematada por un tejadillo en pico. En algún lugar cercano suena una campanilla seguida de una voz infantil que grita “¡A comer!”.
Los corredores
En el PK 337,3 salimos a la carretera de Medina a El Vado, muy bien asfaltada y, por pura casualidad, llegamos en el momento en el que circulan las motos de cabecera de la Vuelta Ciclista a Burgos, así que esperamos un par de minutos y vemos pasar a los tres corredores escapados en la etapa del 9 de agosto y, enseguida, al pelotón. Continuamos por una recta hasta la estación de Medina y, justo antes de entrar, nos desviamos a la izquierda para sortear una muralla de fardos de paja. En lo que todavía se llama Plaza de la Estación, junto a unos antiguos almacenes ferroviarios, se encuentra el asador La Cabaña.
La estación de Medina es gemela a la de Villarcayo, en lo que se refiere a los edificios de pasajeros, almacén y servicios. Y conserva también, en perfecto estado, el poste indicador del punto kilométrico, en este caso el 336,8. El edificio de viajeros es utilizado como vivienda, con un gran jardín vallado por la parte que da a la calle. Dentro suenan en estos momentos los ‘Hombres G’. Por la zona de andenes puede apreciarse la estructura primitiva de la construcción. Las fachadas mantienen los carteles originales con el nombre de la estación escrito en azul sobre fondo blanco, que alternan con otros letreros que, a la inversa, tienen letras blancas sobre azulejos de color añil y son los más típicos y frecuentes en el resto de la línea del Santander-Mediterráneo.
Hasta aquí hemos recorrido 8,8 kilómetros y nos quedan casi 3,5 para llegar a Moneo. De la vieja estación de Medina salimos en recta entre maizales, trigales y cultivos de girasol. A 300 metros, cruzamos el PN de Cuesta Redonda y, 400 más allá, el PN del camino de la Corva. El poste indicador del PRC BU-142 marca 3 km a Medina. El sendero se estrecha y sólo se puede andar en fila de a uno. Además, el balasto está suelto, lo que dificulta el tránsito. En el PK 335, 8 topamos con un nuevo puente volado, esta vez sobre el río Trueba, adosado a un puente metálico sobre el camino a Villacomparada. Este puente volado es igual a los que ya vimos en Cidad, Quintanabaldo, Puentedey o Escaño, el típico modelo con barandilla a un solo lado y abierto al río por el otro.
La recta herbosa
El trayecto entre Medina y Moneo es un trazado de largas rectas. Pero la maleza invade de nuevo la senda, que se vuelve intrincada y muy difícil hasta llegar al PN de Soquintana, en el PK 335,6. Desde aquí es casi impracticable y hay que levantar mucho los pies para aplastar zarzas y espinos, hasta alcanzar el PN del camino a Bustillo de Villarcayo, en el PK 335. A estas alturas las piernas parecen minuciosos mapas de carreteras, con arañazos de todos los tamaños y en las más diversas trayectorias.
Después del paso a nivel, el recorrido se ensancha y mejora, pero por poco tiempo. En la larguísima recta hacia el apartadero de Moneo, avanzamos entre hierbas altas que desdibujan la traza de la antigua vía y caminamos como si atravesáramos un interminable campo de cultivo. Aquí recogemos la última cosecha de rasguños en las pantorrillas. A la izquierda hay una plantación de lechugas y, a la derecha, a unos 400 metros, se ve una iglesia, por su parte trasera. Cuando la alcanzamos, cruzamos el paso a nivel del camino a Moneo, en el PK 334,0, y a partir de aquí la caja de la vía vuelve a parecer un sendero.
Dejamos, entre huertas, el PN del camino a la ermita de Cantarranas, en el PK 333,6, antes de encontrar, a la izquierda, el edificio de viajeros de la estación de Moneo (en realidad tenía sólo categoría de apartadero), que hoy es utilizado como vivienda, pero conserva el mismo aspecto que lucía en origen, con idénticos colores y materiales, incluso con las farolas primigenias. También permanece en pie y en uso, tal cual, la caseta de servicios. Esta pequeña estación situada en el PK 333,3 en la que el tiempo parece haberse detenido en los años ochenta, cuando fue clausurada la línea, pone fin a nuestro espinoso trayecto.