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Teresa Cobo

La Engaña

Ruinas de culto al otro lado de la oscuridad

Túnel de La Engaña. De vía fantasma a vía verde (II)

Boca sur del túnel de La Engaña, en la merindad burgalesa de Valdeporres. T. COBO

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El túnel de La Engaña y los restos de sus poblados son hoy un monumento contra la sandez humana

Arruinados por la dejadez de las autoridades y por el vandalismo gratuito, el túnel de La Engaña y los dos poblados que lo flanquean son hoy un lugar de peregrinación para quienes los contemplan como un monumento contra el despropósito. Vidas, salud, tiempo y dinero se perdieron en unas obras que no sirvieron para nada, salvo para sobrecoger a quienes hoy se conmueven con su historia o se admiran por la belleza incontestable del paisaje por el que discurre la explanación sobre la que no llegaron a colocarse las vías del ferrocarril Santander-Mediterráneo.

Los dos asentamientos se levantaron en 1942 para alojar a los trabajadores de la descomunal obra ferroviaria que nunca entró en servicio, muchos de ellos presos políticos de los destacamentos penales del franquismo. De la boca sur del túnel, en Burgos, parten seis kilómetros recuperados como vía verde hasta Pedrosa de Valdeporres. De la boca norte, en Cantabria, arranca un tramo de tres kilómetros y medio, hasta Vega de Pas, también de gran valor histórico y ambiental, aunque abandonado de momento a su suerte.

Profundas simas y elevadas cumbres conforman el entorno interrumpido por cuatro túneles en el trayecto de tres kilómetros que hay entre la boca norte del túnel de La Engaña (6.976 metros de largo) y los andenes de Yera (Vega de Pas). La senda sigue la antigua caja de la vía. Cabañas pasiegas salpican las laderas, y muros de piedra de escasa altura parcelan los pastizales, de un verde rabioso.

A diferencia del túnel de La Engaña, hoy intransitable por los desplomes, los otros cuatro, mucho más cortos, pueden atravesarse a pie sin dificultades y en vehículos a motor, con cuidado. A mitad de camino desde la estación de Yera hacia la boca norte, se sitúa El Morrito (43 metros de longitud). Desde su interior, se ve ya El Morro (263 metros). El siguiente es El Empeñadiro (130 metros) y el cuarto, El Majoral (285 metros). A su derecha resiste el esqueleto de los barracones que albergaron a los trabajadores. A 350 metros de El Majoral, por fin, el túnel de La Engaña.

Mucho más escondido que los otros cinco y fuera de ese tramo, hay un sexto túnel fantasma por el que nunca pasó el tren. Es el de Obregón (267 metros), cercano a la entrada principal del Parque de la Naturaleza de Cabárceno. Acabó de perforarse en 1953 en el trayecto Sarón-Boo de Guarnizo. Hay que echarle ganas para llegar hasta él. Los accesos a sus dos entradas están cortados por matorrales y alambres de espino.
Aún es posible salvar todos los obstáculos y cruzar el túnel de Obregón, pero no sin mancharse de barro, pisar caca de oveja, superar una barricada de fardos de paja y colarse entre las cuerdas sujetas con anclajes a ambas paredes para que no pase el ganado. Si se sale por la boca más próxima a Cabárceno, el paisaje en la explanación es idéntico al del parque, con picachos modelados por la erosión kárstica y conquistados por plantas trepadoras.

Ruinas de la hospedería en la que se alojaban los trabajadores en Yera, a la salida del túnel de El Majoral. T. COBO

Poblado de Vega de Pas

En Yera se conservan, deteriorados, los andenes, la estación y el almacén de mercancías. En plena montaña, la construcción se sustenta sobre un muro de contención aligerado con 32 arcos de hormigón de 50 metros de altura. Del poblado que se levantó entre el túnel de La Engaña y El Majoral nada queda en pie. A la estación se llega por un desvío de algo más de un kilómetro que se toma desde la sinuosa carretera del espléndido puerto de las Estacas de Trueba (CA-631). La bifurcación se halla a cinco kilómetros desde Vega de Pas y a 47 desde Pedrosa de Valdeporres. Al final de este camino, los chalés adosados en los que residían los ingenieros y jefes de obra, idénticos a los del lado burgalés, han sido tomados por la maleza.
En 2006, la Consejería de Medio Ambiente del Gobierno de Cantabria (PRC-PSOE) anunció un proyecto para restaurar los edificios y convertir la estación de Yera en un observatorio atlántico del paisaje. «Por desgracia, esa iniciativa está totalmente parada. No se ha realizado ningún tipo de inversión», se lamenta el actual alcalde de Vega de Pas, Juan Carlos García Diego (PP). «Mi pretensión es, al menos, adecentar el tramo, incluidos los túneles pequeños, para convertirlo en una ruta. No sé a través de quién, porque nunca ha estado clara la propiedad, pero hablaré con las Consejerías pertinentes para que ayuden al Ayuntamiento. Sólo pido unos camiones de grava, un poco de dinero para la limpieza y unas mesas. Es penoso tener eso así», asevera el regidor municipal.

La explanación para la vía de la inacabada línea del Santander-Mediterráneo prosigue medio kilómetro más allá de la estación de Yera y muere a los pies del monte Aján, donde el alcalde quiere instalar el merendero. Desde allí debía llegar hasta Sarón, a través de Selaya, para enlazar con Santander, pero la dictadura suspendió el proyecto en 1959 y quedaron inconclusos los 63 kilómetros finales de un trayecto de algo más de 700 desde Sagunto.

Andenes e iglesia-escuela en el poblado de La Engaña, en Valdeporres, junto a la boca sur del túnel. T. COBO

Poblado de Valdeporres

Junto a la boca burgalesa, se levantó el poblado de La Engaña. Como el túnel, tomó su nombre del río próximo. A la izquierda de la entrada a la galería, aún se eleva una trituradora-cementera y, a la derecha, las destrozadas instalaciones del transformador eléctrico. La capilla-escuela, en ruinas, mantiene su pequeño campanario rematado por una cruz. Cerca de la iglesia, aún son reconocibles los despojos de las casas para capataces, chóferes y operarios.

Un pequeño puente sobre el río Engaña, a la derecha de la boca sur, conduce hasta los restos de una gran hospedería para trabajadores y jefes, con cocinas, comedores, hornos, almacén y depósito del carbón, y a los barracones-dormitorio, compartimentados en estancias que no pasaban de nichos. En cada habitáculo apenas cabían dos literas.

Edificio de viajeros de la estación de La Engaña, en Valdeporres, gemelo del de Yera. T. COBO

El decadente edificio de la estación de La Engaña es gemelo de los de Yera y Pedrosa. En él residía el encargado principal de la obra y fue habilitado como clínica. La nave para mercancías, que fue economato y sala de cine, se ha transfigurado en almacén de pulgas, boñigas, pintadas y otros elementos indeseables. A la entrada del poblado, se encuentran las viviendas de los jefes intermedios y sus familias. Zarzas y jarales son hoy sus únicos inquilinos. A las afueras aún puede verse el polvorín para la dinamita.

La vía verde

Los 6 kilómetros de la Vía Verde del Santander-Mediterráneo en el tramo de La Engaña parten del túnel hacia Pedrosa. La senda es de doble uso: gravilla fina para los ciclistas y más basta para los peatones. Cuando se demora la desbrozadora, cardos, hierbajos y matojos se apresuran a invadir la pista. La flanquean hayas, encinas, nogales, chopos, avellanos, pastos, brezales. La única incoherencia es la cantera de Valdeporres que, a dos kilómetros de La Engaña, ha infligido una fea herida a los preciosos montes de la zona.

Vía Verde de La Engaña habilitada sobre la traza del Santander-Mediterráneo, en Valdeporres, con la antigua iglesia de Porres a la izquierda, tapizada de yedra y, al fondo, las peñas de Paño y Dulla. T. COBO

A mitad de camino, se yergue la antigua iglesia de Rozas, tapizada de hiedra. Formaba parte de la casona del I conde de la Revilla (siglos XVI-XVII), de la que sólo sobreviven parte de la muralla con torreones y el pequeño cementerio. Los mayores del lugar repiten la historia transmitida de generación en generación: le llamaban «conde de horca y cuchillo» y ejercía el «derecho de pernada». En su residencia había un cadalso. Cuando se cavó la trinchera para la vía a la altura de esa fortaleza, salieron a la luz fosas con huesos y calaveras.

El paisaje es magnífico a medida que se avanza hacia Pedrosa. La primera y la segunda peña, también conocidas como Paño y Dulla, asoman como dos larguísimos peldaños gigantes. La primera cornisa de piedra corona una empinada ladera, y al fondo de la meseta que bordea, se levanta otra falda casi vertical rematada por la segunda muralla de roca gris.

Después de cinco kilómetros de recorrido, la explanación llega a la altura de Pedrosa de Valdeporres. Aquí, las casas adosadas destinadas a los jefes de obra se conservan en buen estado, ya que están habitadas. Quinientos metros más allá, aguarda la estación del Santander-Mediterráneo, rehabilitada y utilizada por el Grupo Espeleológico Merindades.

Sólo queda medio kilómetro para llegar al viaducto de Santelices, con sus diez ojos y 159 metros de longitud en su plataforma. Visto desde el suelo, parece impecable, con sus imponentes pilares edificados en piedra de sillería. Bajo su arco más grande, de veinte metros de luz, fluye el río Nela. Desde arriba, se aprecia el deterioro. La baranda se deshace como un azucarillo en algunos puntos. Jamás se colocaron las vías sobre la plataforma de hormigón. Las únicas traviesas que ha habido sobre su superficie son las chicas que saltan al vacío desde el pretil para practicar ‘puenting’.

Al otro lado del viaducto, muere el trazado, en una explanada en la que el tramo de La Engaña (Santelices-Yera) debía enlazar con el resto de la línea del Santander-Mediterráneo que estaba en marcha desde 1930, entre Cidad/Dosante (a dos kilómetros de Pedrosa) y Calatayud (Zaragoza), y que se cerró en 1985 bajo el argumento de falta de rentabilidad.

Bifurcación del Santander-Mediterráneo. A la izquierda, la traza de la desmantelada vía hacia Cidad-Dosante. A la derecha, por donde va la mujer, desvío hacia el viaducto de Santelices, del que parte el tramo hasta Yera. T. COBO

La vía arrancada

A partir de 2003, se desmantelaron varios tramos del clausurado Santander-Mediterráneo, entre ellos el de Cidad/Dosante hasta Trespaderne (44 kms). Desde la vieja estación de Dosante, la antigua línea avanza hasta el viaducto de Cidad, adosado a un puente volado: entre traviesa y traviesa está el vacío y da vértigo mirar hacia las aguas del Nela. La traza continúa hasta Santelices, donde el edificio de la estación ha sido convertido en vivienda, y pasa por la planicie en la que desemboca el viaducto. Unos metros más allá, la senda está embarrada y encharcada hasta San Martín de las Ollas. Desde este pueblecito vuelve a estar seca, pero cubierta de balasto, la piedra suelta y gruesa sobre la que se asentaban los raíles y travesaños retirados.

Enseguida se llega al talud de Quintanabaldo, otra de las increíbles obras del Santander-Mediterráneo. Asomar desde lo alto de este inmenso muro es exponerse a sufrir un vahído al ver la carretera tan abajo. En estos días de otoño, uno puede servirse sobre la marcha de moras, avellanas, bayas color sangre del espino albar (con propiedades medicinales), bellotas y escaramujos, ahora rojísimos en sus matas. Las vistas son fabulosas, pero caminar sobre balasto es un desafío para los tobillos y las plantas de los pies.

(Pedrosa de Valdeporres/Vega de Pas, a 2 de octubre de 2011)

La construcción del túnel de La Engaña fue una gesta baldía que se cobró muchas vidas. En este espacio se recoge la historia del Santander-Mediterráneo y, en especial, la de ese tramo que nunca llegó a funcionar. Y se proponen rutas senderistas por el impactante paisaje que atraviesa la vía fantasma

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