Nunca digas su nombre
EE UU. 2017. (16). 96 min. Terror.
Director: Stacy Title.
Intérpretes: Douglas Smith, Lucien Laviscount, Cressida Bonas, Doug Jones y Michael Trucco.
Salas: Cinesa y Peñacastillo
Ni su loable intento de reinventar un Viernes 13 o un Scream con lema y hombre del saco incluido, salvan de la quema esta endeble vuelta de tuerca al género entre el susto y la vulgaridad. ‘Nunca digas su nombre’ –título demasiado explícito sobre el argumento de un filme cuyo original es ‘The Bye Bye Man’– explota todas las posibilidades de género: juegos simbólicos manidos, objetos que adquieren vida propia, niños en pasillos y la omnipresecia del mal en una figura entre atávica, fantasmagórica e insustancial. Stacy Title, cineasta de ‘El diablo viste de negro’, se revela tan rutinario y desganado que el filme incluso desaprovecha esa veta alucinatoria que posee intrínsecamente la historia. Su excelente y enigmático arranque, que remite a un pasado envuelto en extrañeza y en esa anormalidad de lo normal que derrama lo verdaderamente inquietante de la condición humana, da paso a un relato tan inane y aburrido como desmayado. Entre tópicos, reiteraciones, conversaciones explicativas y amagos de sustos ‘Nunca digas su nombre’ es un retorcido juego que solapa estereotipos, subtextos, subgéneros y máscaras argumentales: jovencitos asustados e inmaduros que tienen toda la pinta que de mayores votarán a Trump; guiños entre el azar y el destino; leyendas urbanas; visiones muy poco visionarias y un sentido bastante monótono del ritmo y de ese sentido de la seducción tan necesario en la atmósfera de terror, aquí carente de lucidez. Entre ‘Candyman y la saga de ‘Destino final’, sin efectos de calidad y el piloto automático puesto, la cinta pierde su norte a medida que va presentando su geografía sobre lo ignoto, entre la casa maldita, la presencia diabólica y la mutación de los personajes sin apenas empatía. Hay algún tipo de publicidad oficial que mete más miedo que este grito sordo de terror envasado al vacío. Sin Wes Craven aquí no hay asideros para el espectador, ni siquiera para el más entregado al género. El filme tampoco se toma la molestia de tomarse en serio, pero al tiempo carece de la ironía y no aporta nada en cuestión de estilo a la hora de crecer por el arriegasdo terreno creativo. Ese lado de posesión gótica que discurre en lo oscuro, más bien lo negro, nunca toma el mando y el supuesto terror da bandazos y rebota por las paredes de la vulgaridad. La nostalgia de Freddy Krueger y Michael Myers es inevitable. Este ‘Bye Bye Man’ parece despedirse ya desde el inicio. Carente de personalidad visual, muy lejos de algunas joyitas de la serie B , su mezcolanza de lo sobrenatural y el thriller atrapa-adolescentes asoma sumido en una siesta con susto dentro. Las fugaces y sorprendentes apariciones de Carrie-Anne Moss y Faye Dunaway son como concesiones de guiño cinéfilo, meros recursos estéticos dentro de un magma predecible, insípido y vacuo.