La pasión de Juana de Arco 1928 110 min.
Francia Director: Carl Theodor
Dreyer Reparto: Renée Jeanne Falconetti, Eugene Silvain, Maurice Schutz, Michel Simon, Antonin Artaud, André Berley.
Género:Drama Histórico.
Salas: Filmoteca UC. Mañana, a las 20 horas. Quería interpretar un himno al triunfo del alma sobre la vida. Todo lo humano es expresado en su rostro, del mismo modo que su cara es el espejo del alma. Mi intención al filmar Juana de Arco era, mas allá de los adornos de la leyenda, descubrir la tragedia humana, detrás de la aureola gloriosa, descubrir a la muchacha que se llama Juana. Quería mostrar que los héroes de esta historia también fueron humanos». Las palabras de Dreyer son una lúcida declaración de la identidad visual de su recreación del proceso desarrollado contra la joven en 1431, en la ciudad de Rouen, en busca de una absoluta fidelidad histórica. Pasión y transparencia, desgarradura y lucidez, el catálogo impresionante de imágenes se desmaya sobre un lienzo en blanco y negro, sostenido en primeros planos sobrecogedores y plasmado en el retrato de una intensa Renée Jeanne Falconetti, actriz de teatro que se alza a través de la luz impulsada por el decorador Herman Warm y el director de fotografía Rudolph Maté. Es cine silente pero brilla su capa de asombro como si se escuchara el sonido que late en cada fotograma. Hipnótica e intensa, película de miradas, ‘La pasión de Juana de Arco’ es un desafío fundamentado en el contraste, en la colisión y en la confrontación entre el silencio y un argumento basado en un juicio que apela a la palabra. Bergman o Tarkovski bebieron especialmente de este Dreyer monumental, entre la mística y la política, entre una espiritualidad muy física y una reivindicación de la condición humana. El cineasta de ‘Ordet’ barajó la posibilidad de acercarse a otros retratos de mujer: María Antonieta y Catalina de Médicis. Pero se decantó por Juana de una manera austera, aparentemente sobria, un decorado casi único, entre un Palacio, un puente levadizo, un potro de tortura y un patíbulo, el filme apela a esa ‘sinfonía de caras’, como se le definió, y Dreyer crea un territorio trascendental, una experiencia espiritual en busca de un lenguaje empático a través del sentimiento, encauzado por el dolor. Una abstracción convertida en un tratado sentimental, con vocación de desnudo integral emocional. Ahora que lo sofisticado, que la tecnología digital ha tomado las pantallas con el objetivo de una supuesta interacción perfeccionista, basta adentrarse entregado y en silencio a esta comunión filmada hace noventa años para mofarse de tanta banal pretensión. Alegorías visuales, vehemencia, plasticidad y poesía en un solo plano, en unos ojos que atraviesan la pantalla.