Retorno al pasado (out of the past)
1947 97 min. Estados Unidos
Director: Jacques Tourneur.
Reparto: Robert Mitchum, Jane Greer, Kirk Douglas, Rhonda Fleming, Richard Webb. Cine negro.
Sala: Bonifaz. Filmoteca. Desde hoy miércoles.
Jacques Tourneur dijo con claridad un pensamiento que podría a su vez certificar un síntoma del cine del presente: «Detesto las angulaciones extrañas, los objetivos deformantes. Así es muy fácil despistar al espectador. Mientras que permanecer muy cerca de los actores, no utilizar nunca trucos y, sin embargo, crear una atmósfera extraña, es mucho más difícil». Esa pureza visual, entre la iluminación, lo onírico, el uso del fuera de campo, la concisión y la atmósfera encuentran su mejor espejo en ‘Retorno al pasado’, cuya singularidad reside en la convivencia extraña pero serena de lo fantástico y lo negro. Sobre una novela de Daniel Mainwaring, el filme irrepetible, inquieto, ambiguo y fascinante nunca ha sido superado en clímax y en cercanía. En los ochenta, por ejemplo, Taylor Hackford realizó un remake, ‘Contra todo riesgo’, absolutamente prescindible. Poseedora de un tacto especial, la cinta de Tourneur combina fascinación, hechizo y ensueño. «Lo negro no es tan negro», escribió el poeta Paul Valery. Fantasmas y miedos se aúnan en el cine eterno de una película y un género eternos. Una obra mítica, donde romanticismo y fatalismo aportan un sello especial a las claves del género. El cineasta que firmara otras dos obras maestras, ‘La mujer pantera’ y ‘I walked with a Zombie’, subraya unos personajes rotundos y ambivalentes, entre los que destaca el impresionante perfil de femme fatale, encarnado por Jane Greer, en una historia alambicada, encendida de pasiones ocultas y enigmas. La complejidad narrativa que envuelve a este detective, víctima de los enredos de una temible mujer fatal que le involucra en un crimen, se posa sobre la irrealidad que construye Tourneur. La caligrafía impone poco a poco una luz especial, que cobija y a su vez rechaza, y que subraya el destino trágico que envuelve al personaje encarnado por el mítico Robert Mitchum. Un actor, muchas veces denostado, pero cuya presencia en pantalla aporta ya una identidad diferenciadora. Entre sombras e ironías, entre un gran flahsback y la noche, entre la fatalidad y la pasión, entre la perdición y la mentira, todo es ensueño y abrazo de muerte. «Me preguntaba qué se había hecho de él, y pasando por aquí vi su nombre en el letrero. El mundo es muy pequeño. Sí, o algunos letreros muy grandes». La violencia latente, la desazón, la sombra negra, afilada y alargada, componen esta sinfonía como un golpe de sueño desasosegante que es sentimiento, que es cine, que, en definitiva, es vida.