El corazón en el puño, el ojo en la cabeza
1947 104 min. Estados Unidos Director: Robert Rossen.Reparto: John Garfield, Lilli Palmer, Hazel Brooks, Anne Revere, William Conrad, Joseph Pevney, Lloyd Gough, Canada Lee. Drama Sala: Bonifaz. Filmoteca. Esta semana
Ahora que Rocky ha resucitado con inteligente tono crepuscular nunca está de más volver la mirada sobre los vínculos entre el cine y el boxeo que constituyen todo un subgénero. Y qué mejor que hacerlo con el título más contundente. La metáfora sobre el ring de la vida, el combate, el dolor, la superación, el ascenso y la caída están contenidos en ‘Cuerpo y alma’. Robert Rossen en cierto modo reinaugura el lenguaje simbólico que permite al boxeo metamorfosear la vida. Después llegarían ‘El ídolo de barro’, ‘Más dura será la caída’, ‘Fat City’, ‘Toro Salvaje’…hasta ‘Million dollar baby’, entre muchas otras. Pero Rossen logró trazar con equilibrio e intensidad un mapa lúcido sobre la denuncia y la corrupción en el deporte, con una honda mirada humana.
El guionista Abraham Polonski y la presencia siempre agradecida de John Garfield, ambos junto al director, carne de cañón para la ‘caza de brujas’, construyen un drama intenso al retratar al joven de familia humilde que aspira a conseguir la fama en el mundo del boxeo. El cineasta imprime un estilo claustrofóbico y asfixiante para imbuir al espectador en un entramado de magias y trampas, de mentiras y degradación. Con la fotografía de James Wong Howe como lenguaje primordial y el melodrama como campo minado en el que las criaturas deambulan como sombras sonámbulas en un océano brutal y desolador, ‘Cuerpo y alma’ combina con ardor guerrero el canon del género, las fórmulas y miradas del noir y una narración más dulce y cercana al hombre, lo que produce contrastes y hallazgos magníficos. No hay concesiones ni ambigüedad porque Rossen de forma implacable deja que aflore el sarpullido de lo criminal, el dominio del dinero, la sociedad enfermiza, el nihilismo y la pesadilla.
Hay marginalidad y perdición, vibración y poética, turbiedad y pulso. Más allá de lo puramente físico, Rossen agita la ética y la moral con el combate interior del protagonista. La cercanía, la tensión y el desgarro asoman gracias al virtuosismo del montaje. Es un ejemplo revelador de película contada de forma pulcra y poderosa, en la que el ritmo perfecto y su mezcla de crítica y realismo no dejan apenas terrenos sin explorar. El desasosiego, sustentado en una puesta en escena impecable, deja el rastro de un universo habitado por matices. Su dureza, su disección despiadada y su convulsa mirada levantan una ópera pugilística que revuelve las entrañas y nunca oculta estar escrita y filmada desde la rabia con el corazón en el puño de la cámara y el ojo en la cabeza. Una manera de recordar al gran actor que murió camino del tribunal de esa infamia llamada comité de actividades antiamericanas.
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