Una historia enérgica
1947 98 min. Estados Unidos Director: jules Dassin. Reparto: Burt Lancaster, Hume Cronyn, Charles Bickford, Sam Levene, Howard Duff, Yvonne De Carlo. Drama. Sala: Bonifaz. Filmoteca de Cantabria. Esta semana.
Ya saben. Hay un alcaide. Muros. Celdas. Abusos. Planes de fuga. Rebeldes con causa. Y temeridad. En el argot es un drama carcelario. En la iconografía cinéfila una de esas historias de penitenciaría, violencia y sangre. El colectivo es el clímax y el escapismo, la frontera entre la realidad y la ficción.
El protagonismo es coral pero hay un rostro que impone la ley de la atracción: Burt Lancaster. Si ahora tenemos asumido el subgénero de thrillers de prisión, de cintas denuncia, es gracias a filmes como ‘Fuerza bruta’, una ficción enrejada, de carácter y solidez, de potencia y bofetada que Jules Dassin firmó con brío y muchas cargas de profundidad. La Filmoteca termina el año y comenzará 2016 con la continuidad de un ciclo justo y necesario que repasa y reivindica la figura de uno de esos cineastas de ida y vuelta entre Hollywood y Europa, al que amenazó el nazismo, castigó el destino y persiguió la caza de brujas. De su etapa americana es este filme que certificaba su personalidad arropada por un equipo fundamental: el guión de Richard Brooks sobre una historia de Robert Patterson, la música de Miklós Rózsa y la fotografía de William H. Daniels.
El cineasta de ‘La ciudad desnuda’, antes de su viaje de vuelta a Europa provocado por la delación, pone aliento a esta pieza de cámara con prisión dentro, en la que resalta el retrato psicológico de la mayoría de personajes, el cuidado en la ambientación, el itinerario de un hábitat asfixiante, el realismo y la naturalidad de un espacio al límite con sus códigos y estancias particulares. El cineasta de ‘Nunca en domingo’ imprime una singular mezcla narrativa entre su querencia noir y su capacidad crítica con el sistema. Su gran dirección de actores está ilustrada aquí por la presencia de Hume Cronyn, Charles Bickford o Howard Duff, que arropan a la estrella incipiente que debutara dos antes en ‘Forajidos’.
Gran parte del acierto se halla en su equilibrio en el uso de los espacios y las tramas que se generan en ellos. La política carcelaria en los despachos, la organización oficial y la de los presos, la estrategia de fuga, las fronteras entre los muros y la perspectiva de la libertad. El juego de roles, la ambigüedad del bien y del mal, la empatía a la hora de despertar devociones por parte del espectador, la figura de los soplones (piedra filosofal del macartismo) son elementos clave de esta huida hacia adelante con un ritmo pegajoso en su metraje final, con energía a la hora de exponer la acción de los personajes. Ese realismo sucio, el encadenado feroz de una ética y una moral social hipócrita, constituye el eslabón opresivo de una cadena de montaje cinematográfica que muestra los caminos simbólicos y los puentes tambaleantes entre la libertad y la muerte. La mirada de Lancaster guía al visitante temporal por este ecosistema cegado por el miedo. Al cine le condujo a obras como ‘Fuga de Alcatraz’, herederas de su intensa caligrafía.
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