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Guillermo Balbona

Fuera de campo

Palmeras en la nieve

Telepostal desmayada

 España. 2015. 163 m. (16). Drama. Director: Fernando González Molina. Intérpretes: Mario Casas, Adriana Ugarte, Macarena García, Celso Bugallo, Laia Costa, Emilio Gutiérrez Caba, Berta Vázquez. Salas: Cinesa y Peñacastillo

Todo se enuncia: amores convulsos, turbulencias políticas, secretos familiares, disturbios sentimentales, caprichos del destino, violencias íntimas y sociales. El melodrama está servido. Unas particulares leyendas de pasión con perfume colonial, aroma de best seller, emociones masticadas y domesticadas, mucha postal y dosis medidas de exuberancia acaramelada, desde hechos dramáticos que se solapan con vocación de inventario al erotismo publicitario. El desgarro no lo sentimos, las heridas son superficiales y la envoltura es más bien una venda que oculta las emociones.

Estas domésticas memorias de Africa –rodadas en Canarias y Colombia– están marcadas por ese velo superficial de postal e imagen estereotipada, apta para todo público, pero como retransmitida, mil veces vista, encajada en un molde televisado. Como drama construido sobre muchos estigmas ‘Palmeras en la nieve’ no supera nunca el síndrome de lo plano y uniforme. Se intuye que todo es trascendental pero cuando se ha atravesado el ecuador de sus cerca de tres horas aún se espera alguna señal que suponga un estremecimiento, un tirón en la piel, una sombra de deseo. Ni que decir tiene que es loable, y más en estos tiempos, construir un soporte de superproducción, tan ajeno a la endeble industria española. Como es de alabar que una ficción ambiciosa se adentre, a modo de inquieto viaje, en el pasado colonial de España. Pero ni en el primer caso la cáscara y el armazón implican potencia narrativa, ni en el segundo la apuesta logra mostrar un mínimo de solidez histórica que vaya más allá de un diálogo o de una pincelada.

A Fernando González Molina, al que no se le puede negar su entusiasmo y capacidad de decisión, le pierde esa caligrafía sin renglones torcidos que busca a toda costa plasmar un álbum exótico que nunca deja marcas ni tatuajes. Todo es fachada. El suyo es un ejercicio de seducción tan superficial como esos anuncios de fragancias navideñas y tan discreto que toda la visceralidad bien entendida, toda convulsión se diluye en unas imágenes tan ‘bonitas y lujosas’ como plomizas y perezosas en su afán muy alejado de poder mostrar verdad dramática.

El cineasta de ‘Fuga de cerebros’, que ha crecido entre las adaptaciones de las novelas de Federico Moccia como ‘Tres metros sobre el cielo’, y las series de pequeña pantalla (El barco, Luna…), busca su sitio en la épica y lo genealógico, las raíces y el pasado. Pero su traslación de la obra de Luz Gabás está lastrada por los saltos narrativos, la falta de equilibrio, la obcecación en crear un corpus televisivo en casa ajena, el reparto desigual (de la falta de dirección con la que parece conducirse Mario Casas a la intensidad de Alain Hernández y la luminosidad de Macarena García) y ese desvanecimiento emocional que atraviesa la columna vertebral dramática de esta aplicada pero desangelada telenovela. Lo torrencial solo se demuestra en su metraje sobredimensionado. La sensibilidad colisiona con una fácil sucesión de lacrimosas situaciones. La pasión, en fin, es una sombra helada bajo una palmera decorativa.

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Guillermo Balbona comenta la actualidad cinematográfica y los estrenos de la semana

Sobre el autor

Bilbao (1962). Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense. Ser periodista no es una profesión, sino una condición. Y siempre un oficio sobre lo cotidiano. Cambia el formato pero la perspectiva es la misma: contar historias.


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