Una mirada documental
The Naked City 1948 96 min. Estados Unidos Director: Jules Dassin. Reparto: Barry Fitzgerald, Howard Duff, Dorothy Hart, Don Taylor, Frank Conroy, Ted de Corsia, House Jameson, Anne Sargent. Cine negro. Sala: Bonifaz. Filmoteca. Esta semana.
Su condición de radiografía documental se funde con un realismo urbano y una mirada noir que incluso se postula como vanguardia del género. Entre el retrato, el afán investigador, la introspección callejera y el espíritu neoyorquino ‘La ciudad desnuda’ muestra en carne viva las entrañas de una caso policial. El cineasta Jules Dassin, cerca de cerrar su etapa de Hollywood, truncada y afilada por ‘la caza de brujas’, dejó con este filme la prueba de que su cine gozaba de una personalidad visual muy intensa. Ficción y naturalismo, fricción de thriller y caricia de escenario encuentran su lugar en el mundo en esta obra que tuvo una intensa influencia en el desarrollo del género y en la implicación popular al generar una de las primeras series televisivas de mayor éxito, entre finales de los 50 y el 63. Sin duda posteriores evoluciones de la ficción en la pequeña pantalla, entre detectives y ciudades, recuérdese San Francisco, bebieron de algunos de los aspectos fundacionales del cineasta de ‘Nunca en domingo’. Ajeno al rodaje en estudio, el filme crece en exteriores naturales y la disección detectivesca adquiere notable atención gracias a la potencia de su realismo entre apartamentos, callejones y escaleras. La fotografía y el montaje, precisamente galardonados con el Oscar, de William Daniels y Paul Weatherwax, respectivamente, imprimen ese sello especial a la obra. El clímax, más perfeccionado en otras obras posteriores, es uno de los aciertos de la historia al mezclar una investigación suspendida en las incursiones en la ciudad y una tensión in crescendo, solo alterada por un cierto bache en la intrahistoria central del filme. El reparto, ajeno al glamour y a desfile de estrellas, lo encabeza no obstante Barry Fiztgerald, que humaniza el mapa de sospechas, trayectos y suposiciones de la trama. Como en muchas obras de la época una voz en off, una advertencia inicial y un preludio narrativo aportan singularidad, a modo de invitación a ver para seguir creyendo, a esta ficción con texturas realistas, y viceversa. El que fuera marido de Melina Mercouri –ya en Europa su cine sufrió varios desmayos– firma una ciudad despojada de artificios, integrada en el entorno, como un personaje más, como si fuese un antecedente de lo que la nouvelle vague o la nueva ola británica de los jóvenes airados llevarían a su máximo extremo. Ritmo y realismo, detalles menos dramáticos y homenajes a Nueva York configuran este rompecabezas comedido pero con pulso, sobre un caso objeto de titulares fugaces frente a la permanencia de lo cotidiano y los dramas del oficio de vivir.