Atrapa la bandera
España. 2015. 97 m. (TP). Animación. Director: Enrique Gato.. Salas: Cinesa y Peñacastillo
Su mirada trabajada es enorme. Revela caligrafía con personalidad y trazo sólido. Pero a la hora de ondear su estandarte para la animación ‘Atrapa la bandera’ se deja llevar por los vientos dominantes, apenas arriesga y se detiene en los tópicos con descaradas concesiones al mainstream y a los perfiles estereotipados de la cultura espacial y familiar, con una insistencia que roza el manifiesto y amenaza la dignidad del producto. En este sentido, ‘Atrapa la bandera’ sube al cielo con su cuidado visual pero nunca despega ni en lo argumental ni en la presentación y gancho de sus personajes anclados y aferrados a un guión exento de frescura.
Discreta, bastante plana en su ñoño material familiar, y conservadora y falta de sutileza a la hora de avanzar en la historia, todo su combustible de estilo que es profuso e intenso, se diluye en su inocente vulgaridad argumental. De ahí que el entretenimiento, que lo es, sea intrascendente, un vuelo rasante que parece probarse a sí mismo y que evita grandes alturas, vértigos y velocidades supersónicas.
Enrique Gato, artífice del excelente proyecto de Tadeo Jones, que regresará ala pantalla en la temporada 2016-17, muestra una evidente musculatura para la animación, eleva su solidez visual pero la identidad de la historia es endeble, tibia, incluso no parece muy preocupada por provocar asombro ni por sumar mediante el aporte de detalles. Hay más buen gusto que elegancia y el filme desprende mucho cuidado formal y técnico, pero la emoción está ausente. Lo esquemático de la apuesta ata la capacidad de inventiva y el filme discurre plácido, contemplativo, autocomplaciente, sin sorpresas. Si lo inesperado y lo asombroso forman parte inherente de la mirada infantil, absolutamente abierta y madura para el lenguaje audiovisual, causa extrañeza que ‘Atrapa la bandera’ mantenga su listón pegado al terreno trillado y no opte por descubrir caminos. Simpleza confundida con sencillez, estereotipos en los perfiles familiares y en la descripción de valores, o a la hora de señalar el rostro de mal, el filme pierde fuerza justo cuando debería de potenciar su seducción, en especial a través del solidario vínculo de amistad entre los tres niños protagonistas.
La entusiasta secuencia acuática del arranque era un buen baremo para que la cinta avanzara sin complejos ni espejos que hipotecaran su personalidad. Hay, por contra, guiños estupendos a ‘Space cowboys’, de Clint Eastwood, o un homenaje a Stanley Kubrick. Pero las convenciones y lugares comunes de la carrera espacial acaban por tapar la historia de superación. En definitiva, un refrescante y lúdico artefacto de cuidado motor que hubiera merecido unos cuantos empujones luminosos para sentir el deseado hechizo de luna.