La horca
EE UU. 2015. 81 m. Terror. Directores: Travis Cluff y Chris Lofing. Intérpretes: Cassidy Gifford, Pfeifer Brown, Ryan Shoos, Reese Mishler, Alexis Schneider.ca. Salas: Cinesa y Peñacastillo
La soga’, que ahora será llevada a los escenarios españoles, fue un experimento lúcido e imaginativo que llevaba el sello del maestro Alfred Hitchcock. Ahora hay quien se ha puesto el lazo al cuello, como el cascabel al gato, para retorcer uno de esos productos entre el ‘metraje encontrado’, la persecución de adolescentes descerebrados, el ‘sé lo que hicisteis en la última función…’ y la claustrofobia de la situación límite.
‘La horca’ pone el listón muy alto, y no es un chiste, con lo que la caída, el ahogo, la asfixia y el miedo son una ecuación tan arriesgada como casi imposible de descifrar. El juego teatro/cine implicado e imbricado en la historia es, a priori, atractivo, pero carece de ritmo paralelo para enganchar al espectador que busque transformar el thriller en un mecanismo de relojería de azares y causalidades mortales. Algunos personajes, e incluso los actores que las encarnan, resultan tan repulsivos y cargantes que se despierta el instinto asesino con lo que la sutil atmósfera terrorífica adquiere su ajustado cambio climático.
Los cineastas abusan del golpe, del susto sonoro, de la cámara en mano buscando agresividad y claustrofobia pero falta delicada armonía para que la historia resulte algo más que un recurrente juguete de ingenio que desaprovecha el cuestionamiento de la representación, ese juego de límites y fronteras entre realidad y ficción, de diálogos entre la pantalla y la cuarta pared. Predomina el susto gratuito, los clichés y los personajes chicle y se echa de menos la serenidad y el equilibrio entre tanta imagen solapada y apretada. A modo de falso reality o documental, el filme de Travis Cluff y Chris Lofing se adentra en la exprimida parafernalia del ‘Paranormal Activity’ de tal modo que toda suena a deja vu, a cansina dejadez visual, a repetición de fórmulas, a artificio. La cinta, en cambio, juega con cierta capacidad intuitiva con lo oscuro y atávico, tanto desde el punto de vista puramente simbólico como representativo, de las venganzas de la historia y los azarosos actos de justicia poética. La cosa tiene mucho de saldo estival en una cartelera que hace mucho tiempo decidió ahorcarse en verano a la espera de que algún juez taquillero, quizás Cruise en unos días, salve las salas de la quema.
Frente al cuidado y la búsqueda de lo diferente de obras como ‘Expediente Warren’, de James Wan, ‘La horca’ sólo se balancea en su idea pero los personajes son cadáveres, zombies mal definidos que pasaban por allí como podrían haber entrado en otros cuatrocientos argumentos de un terror devaluado e insípido, instalado en la zona de confort de su propia coartada de anormalidad y rareza, pero exento de cualquier gota de vitalista fantasía.
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