La sombra del actor
2014 112 min.Estados Unidos Director: Barry Levinson Reparto: Al Pacino, Greta Gerwig, Dianne Wiest, Kyra Sedgwick, Charles Grodin, Dylan Baker, Dan Hedaya, Maria Di Angelis, Nina Arianda. Drama. Sala: Los Ángeles. De miércoles a domingo
Sin red y con una parabólica teatral que gira sobre sí mismo. La estrella y el apasionado actor que alumbra dentro de ella buscan compartir su retrato de gloria y fragilidad. Al Pacino, que hace de sí mismo al encarnar a un actor que de pronto experimenta un bloqueo interpretativo –sobre tan frecuente situación, entre el miedo escénico, el vértigo y las fronteras de lo personal y lo público, son muy ilustrativas las memorias de Lawrence Olivier–, adapta la novela de Philip Roth (‘La humillación’).
Tras algunos papeles entre la desorientación, el ego desmesurado y la sobreactuación, el magnífico Pacino funde aquí sus dos pasiones, el teatro y el cine, en un trabajo ilustrativo y lúcido más cerca de la clase magistral que del juego del teatro dentro del teatro. Pese a la irregularidad del conjunto no puede negarse que existe algo cautivador al dejarse llevar por este desnudo integral de los resortes interpretativos que, al cabo, son los de la propia actitud ante la vida. Ante la catarsis era difícil sostener ritmo e interés pero la desigualdad evidente queda paliada por la fuerza del actor y quienes le secundan y por su miscelánea de drama y comedia. La hipérbole y los peligros de excesos y tópicos son constantes pero se dan por hechos. La tomemos como ejercicio de musculatura escénica y vital o como experimento sigue proporcionando buenas sensaciones. Su energía y capacidad para trascender los códigos y problemas intrínsecos y endogámicos permite que ‘La sombra del actor’ pase del mero tratado al viaje apasionante al fondo de las obsesiones y la desesperación.
Barry Levinson deja a su protagonista/personaje que pulule libre pero sin caer en la anarquía. Puede sonar rara pero sus mimbres de compromiso, sus espejos letales donde el actor se refleja en sus personajes y, a su vez, en nosotros, propician un juego entre el entretenimiento y la hondura. Se parte de un fallido trabajo de Shakespeare, que viene a ser como el síntoma claro de una enfermedad, y se acaba enredado en ese extraño estado entre la decadencia, la melancolía y la vuelta de tuerca. El cineasta de ‘Rain Man’ y Good morning, Vietnam’ siempre ha sido un excelente cuidador de fieras interpretativas –Dustin Hoffman, Tom Cruise, Robin Williams, Roberto de Niro, el propio Pacino con anterioridad– y aunque su filmografía entró en declive sus historias siempre han mantenido un interés reflexivo sobre la identidad de Hollywood o sobre el vínculo entre los intérpretes y los relatos. Sobredosis o rito para lamerse las heridas lo cierto es que el filme deja que el actor se abra en canal y solo quepa esperar los fluidos de la depresión, del cinismo y del humor más ácido.
Todo Pacino, como el Keaton de ‘Birdman’, en ese escenario mayor con final conocido que es la vida. Y como ella todo patético y dramático.