Alien, el octavo pasajero
1979 116 min. Estados Unidos. Director: Ridley Scott Reparto: Sigourney Weaver, John Hurt, Yaphet Kotto, Tom Skerritt, Veronica Cartwright, Harry Dean Stanton, Ian Holm. Ciencia ficción/Terror Salas: Bonifaz, Fimoteca, esta semana.
Hay bichos cinematográficos inmortales. Uno de ellos picó al final de la década de los setenta y el escozor nunca se ha ido. El imaginario ‘Alien’ habita desde entonces en la memoria de la cinefilia. Ridley Scott fabricó a partir de un clásico de serie B ,‘It! the terror from betyond the space’, de Edward L. Cahn, 1958, una reinvención del género.
El cineasta de ‘Thelma y Louise’, con una carrera larga e intensa aunque desigual, eclipsada por la mitomanía en torno a ‘Blade Runner’, firmó sin embargo su obra maestra al convertirnos para siempre en compañeros de butaca del ‘octavo pasajero’, en el particular viaje a ninguna parte de cada uno de nosotros como espectadores pero también como criaturas. Al contemplar ahora a Charlize Theron en modo salvaje ahuyentando fantasmas en los paisajes primigenios en el regreso de Mad Max, uno no puede más que acordarse de Ripley y su miedo como bandera frente al horror, heroína forjada en el asombro, la paciencia y el instinto. Con Moebius al fondo, el ‘Alien’ fundacional y exquisito, estilizado y contundente, te mantiene tenso, da miedo y te envuelve como si el mundo fuese a acabar el próximo segundo. ¿Alguien da más? Del thriller a una renovada ciencia ficción, del terror claustrofóbico al western del héroe a su pesar, de los diez negritos al manual de supervivencia, del thriller implacable al monstruo que se graba a fuego. Nos embarcamos en Nostromo, cual símbolo de todos los viajes metafóricos y físicos, para saborear un cosmos imaginativo hecho de texturas efectivas que no efectistas, cocinado por miedos primarios y amparados en la Madre de todos los ordenadores centrales. ‘Alien’ sigue siendo una pesadilla enérgica, hipnótica y aterradora.
Esta semana la Filmoteca recuerda un filme que continúa ofreciendo una manifestación del horror, a modo de ópera espacial, tenebrosa y angustiosa. Conrad también está presente en esta aventura oscura, cuya influencia se ha traducido en imitaciones, casi todas pésimas. Un fantástico retorcido en dimensiones cercanas, en pulsos con el tiempo, en inesperadas sorpresas nunca confundidas con el uso y abuso del susto, y en situaciones límite sucesivas tratando siempre al espectador como se merece. El abismo ante lo desconocido es el factor atávico con el que juega Scott para enmarcar la aventura de los tripulantes, los de Nostromo y nosotros, en un trayecto de fascinación y desasosiego. No nos conocemos y quizás nadie nos conoce. Una experiencia que funde numerosos aciertos técnicos y artísticos que componen una sinfonía tensa sobre la amenaza invisible y la búsqueda de respuestas. El enigma es el bicho. Y perdura su memoria que es dolor envuelto en cine. ‘Alien’ es una lección hoy para tanto hacedor de cine domesticado y banal.