Maps to the stars
2014 111 min. Canadá Director: David Cronenberg Reparto: Julianne Moore, Mia Wasikowska, Robert Pattinson, John Cusack, Olivia Williams, Carrie Fisher, Evan Bird, Sarah Gadon. Sala: Los Ángeles. Desde hoy y hasta el domingo.
En una ecuación matemática o en una ley física el filme daría para formulaciones proporcionales entre su petulancia y su capacidad para fascinar aunque sea de forma esporádica. Desde el paseo en limusina inicial a la descripción de la familia protagonista ‘Maps of the stars’ es una hipérbole, a veces sofisticada, otras simplemente pedante, en la que a modo de cuento o fábula se adentra en la obsesión por la popularidad, disecciona el mundo de las celebrities y convierte Hollywood en una ventana al extrañamiento, entre la perversidad, los clichés y la fascinación. David Cronenberg, más que de sí mismo, hace de David Lynch y el filme se vuelve en ocasiones retorcido y espeso, como si sus respectivos estilos hubiesen colisionado en un ‘Crash’ humano entre estereotipos y extravagancias, a modo de fauna, en una especie de desfile de ‘freaks’ tan exquisito como sobrecargado. Cinta de estreno irregular, pese a la sólida y atractiva trayectoria de su director, es rescatada esta semana por la sala Los Angeles.
La atmósfera surreal, viscosa más que onírica, cercana aunque con menor intensidad visual al Lynch de ‘Terciopelo azul’ y, sobre todo, al de ‘Mullholand Drive’, atraviesa el cuerpo de esta historia que repta y serpentea por los territorios oscuros con ánimo decadente, desasosegante e incluso hipnótico. El problema surge de su desmesura, tanto de metraje como de algunas situaciones, que acaba por resultar afectada, cargante, donde lo irrisorio se mezcla con lo pedante. ‘Maps to the Stars’ necesita y merece más de una visión porque su oscilación entre el desconcierto, la pluralidad de retratos y el bucle de desolación es una losa.
Un filme que debe, no obstante, mucha de su fuerza a Julianne Moore, actriz inmensa premiada en Cannes, cuyo papel aquí es infinitamente superior al perfil de ‘Siempre Alice’ que le proporcionó el Oscar que tanto se le resistía. Con una sofisticación más profunda y menos engolada su papel comparte el aliento del que encarnó Gloria Swanson en ‘El crepúsculo de los dioses’ de Billy Wilder, disección histórica sobre Hollywood. Ahora el cineasta de ‘Promesas del este’ rompe los espejos de las apariencias, juego con la mitomanía y mezcla fantasmas, obsesiones, frustraciones, miedos, sexo y droga, entre la perturbación y el cinismo. Todo es grotesco en este zoo humano deshumanizado, en un caos perseguido por el cineasta, entre las gotas de ácido y los trastornos. Se puede ver como una burla con trasfondo o como un viaje a las estrellas cuyo destello yace en la oscuridad de la banalidad.