Citizenfour
Año: 2014, 114 minutos, Estados Unidos
Directora: Laura Poitrás
Imágenes con Edward Snowden, Jacob Appelbaum, William Binney, Glenn Greenwald
Documental: Salas Bonifaz. Filmoteca de Cantabria. Y Los Ángeles
Entre Garganta Profunda y el Gran Hermano orwelliano existe una frontera
difusa que mira siempre hacia un precipicio intersminable en el que cabe
la indefensión, el control, la vigilancia, el abuso de poder, la
paranoia. En esa tierra de nadie, salvo del poder y sus armas, se mueve
este documental que parece un thriller, una narración con carga
existencial que da miedo.
La directora Laura Poitras comenzó a recibir
correos electrónicos cifrados firmados por un tal ‘Citizenfour’ (título
del filme). A partir de ahí se suceden los programas de vigilancia
ilegales, se solapan las agencias de inteligencia y la aparición de
Edward Snowden, y el periodismo en un microcosmos que va adquiriendo una
entraña viscosa y siempre extraña.
Al contrario de esa tendencia a documentar de manera fría, rigurosa pero sin emoción, ‘Citizenfour’ le
echa un par de efectos bien entendidos a la cosa y la historia asciende
de tono. Laura Poitras se aferra a la esencia, a la identidad, a la piel
de las obsesiones, a la persecución, a los delirios de grandeza. Muestra
y explica, lo cual es casi inaudito. El documento es periodístico, al
margen del formato. Se trata de contar algo y hacerlo bien. O sea, lo
realmente importante. Hay denuncia y discurso, peripecia y anécdota.
El filme vive el peso de la actualidad, se mueve en la pesadilla del
vértigo, aporta una mirada sofisticada que no artificiosa y transmite en
todo momento esa atmósfera de que existe una amenaza latente, es decir
como en los mejores thrillers o en el suspense cuyos mandamientos fueron
revelados por el maestro Hitchcock. La directora y la figura de Snowden
compiten en protagonismo y conjugan una simbiosis muy efectiva que
fusiona opiniones, datos, debate.
Queda la duda de si la intensidad del documento es mero ejemplo puntual y quedará mediatizada por la
fugacidad y la propia caducidad de los hechos, no de sus significados.
Poitras y el periodista Glenn Greenwald son como arquitectos que dibuja
el edificio vigilante de EEUU y su mecanismo perverso. Sin privacidad el
discurso del miedo cruza el documento, en toda regla, de la cineasta de
‘My Country, My Country’. Con la referencia siempre presente del 11-S,
el filme es como una mirilla abierta al espectador para que se convierta
en testigo de cargo, o no, de una denuncia conocida. Filtraciones,
depuraciones, lucidez y transparencia. El juicio vendrá después, o no
será. El filme es como una alerta. Cabe internet y el dato, la
intimidad y la globalización, lo invisible y el miedo. ¿Quién vigila al
vigilante? Con las Torres Gemelas se derrumbaron muchas libertades y se
edificaron muchos temores.